En un acto de las juventudes de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), el diputado Joan Tardá tuvo una airada intervención con acusaciones de corrupción contra el Tribunal Constitucional, rubricadas con una frase fulminante: «Muerte al Borbón». En el puente de la Constitución, el dirigente nacionalista se apunta el éxito de lograr un hueco en las portadas de los medios sin hacer un gran gasto de recursos, al bastarle tres palabras para alcanzar la notoriedad de un goleador de la jornada. Luego, como ocurre siempre con los exabruptos, los que metieron la pata fueron los que comentaron la frase, porque no entendieron que se limitaba a recrear una consigna del catalanismo histórico.
Me llaman la atención dos cosas. La primera es la rapidez de reflejos de algunos políticos democráticos para disculpar al iconoclasta dirigente catalán sin que se lo hubieran pedido. Bono se apresuró a afirmar que Tardá no desea la muerte del Rey de España. Llamazares dijo que el líder de ERC no quería insultar. No creo que Bono o Llamazares tengan más elementos de juicio que cualquiera de nosotros para entender la afirmación de Tardá, pero se adelantaron a defenderle. De las palabras de Tardá no se deduce, precisamente, que tenga una visión tolerante sobre la institución monárquica o que desee que el Rey viva cien años, pero el caso es amortiguar el eco de sus improperios.
La segunda reflexión lleva a adentrarse en el terreno de las hipótesis. Si un miembro destacado del PSOE o del PP hubiera pronunciado una frase literalmente dura sobre Carod-Rovira, o se hubiera permitido hacer una ironía con Fraçesc Maciá, Lluis Companys o Tarradellas, cuál hubiera sido la respuesta de Joan Tardá, Puigcercós o Benach. Más aún, es más que probable que el resto de dirigentes españoles le hubieran recriminado su intervención, por provocadora e injusta.
Una anécdota, como la protagonizada por Tardá muestra hasta qué punto el nacionalismo juega con ventaja. Un dirigente nacionalista puede decir cualquier cosa, sin que tenga consecuencias. Con tal de que el nacionalismo participe del sistema se paga cualquier precio. Cada poco hay que hacer nuevas concesiones para que se sientan cómodos. Hasta la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el ‘Estatut’ se deberá leer desde esta perspectiva.