La sala de admisión del Tribunal Supremo (TS) ha dado a conocer un auto en el que exonera de delito a Pablo Casado por unanimidad. Descarta que haya indicios de prevaricación en la consecución del máster de la Universidad Rey Juan Carlos. La posibilidad de que hubiese un delito de cohecho impropio –el hipotético regalo del título– no es verosímil al no existir indicios de que hubiera un concierto de voluntades entre el director del máster y el alumno Casado. La decisión del TS levanta la losa que había sobre la figura del jefe de la oposición desde que ganó el congreso del PP convirtiéndose en líder del partido. Si el auto del TS hubiese declarado imputable a Casado la crisis en el principal grupo de la oposición estaría servida, con lo mal que saben administrar en el PP ese tipo de adversidades.
La decisión del TS es una mala noticia para el Gobierno, agobiado como está en plena crisis de dimisiones de ministros. Pablo Casado superó el mal trago por la vía de los tribunales, mientras que el Ejecutivo de Pedro Sánchez sufre los rigores de la censura política. Los socialistas pueden ver injusto este doble baremo, pero no deberían olvidar que llegaron al Gobierno gracias a autoproclamarse campeones de la lucha contra la corrupción. No se auparon al poder por los votos, sino por saber extraer plusvalía política de la sentencia de la Gürtel. Al comprobar que un ministro fue sentenciado por defraudar a Hacienda, una colega incurrió en plagio e irregularidades en el trabajo fin de máster, una tercera ministra escandalizó a España con sus afirmaciones que incluyen un relato deletéreo sobre magistrados del TS, y el cuarteto se cierra con la figura galáctica del ministro de Ciencia e Innovación que no realizó correctamente sus deberes fiscales, comprobarán que Pedro Sánchez, por prisas y descuidos, puso al frente del país un equipo muy vulnerable. Cuando alguien se convierte en presidente a través de un duro ataque ‘ad hominem’ no puede descartar que los ofendidos pretendan pagarle con la misma medicina. Eso es lo que ha sucedido.
El presidente se ha refugiado en Nueva York. Un buen sitio para ponerse al abrigo de la refriega carpetovetónica. Cuando vuelva todavía tendrá que dar respuesta en el Parlamento al bosque de interrogantes que adorna su tesis doctoral. Pablo Iglesias, el único doctor sin mácula del ramillete de líderes políticos, todavía no le ha puesto nota. No conviene que se haga ilusiones, porque a modo de anticipo ya le calificó de cutre.