El plan de neutralizar a Llamazares creo que tiene muchos visos de realizarse, no por la consistencia de las acusaciones que ha lanzado la cúpula de IU contra él, sino porque constituye una figura muy incómoda que se ha puesto como objetivo demostrar que IU sale muy beneficiada si se presenta con sus propias siglas a las elecciones, en vez de aparecer como una figura subsidiaria de Podemos dentro de una candidatura denominada Unidos Podemos. Garzón defiende la tesis contraria: el presente y el futuro de IU pasan por adscribirse al invento electoral de Pablo Iglesias, renunciando a las siglas de IU y ocupando puestos de relleno en las candidaturas con muy pocas probabilidades de ser elegidos como diputados. La familia de Podemos y sus famosas ‘confluencias’ tienen 71 escaños en el Congreso de los Diputados, de los que sólo 8 pertenecen a IU. Un número mínimo de diputados que aparecen públicamente bajo las órdenes de Pablo Iglesias e Irene Montero, los revolucionarios de Galapagar. Ahí está cómodo Alberto Garzón, siempre tan modoso en las puestas de escena como lugarteniente de Iglesias. Qué se puede esperar de un señor que aceptó ir de quinto en la candidatura de Unidos Podemos en Madrid. ¿Alguien imagina a Santiago Carrillo, Gerardo Iglesias o Julio Anguita actuando de teloneros de un profesor universitario que se hizo famoso como incisivo tertuliano en la televisión?

La vía ensayada por Garzón tiene difícil camino de retorno, porque IU desaparece de las contiendas electorales. Bajo la bandera de la unidad, IU se disolverá en la estructura de Podemos. Una muerte dulce que evitará oficiar una incómoda ceremonia funeraria por el honor de una organización que, con grandes errores y fracasos, nació y luchó por los ideales de la izquierda en una época en que la izquierda gobernante se ahogaba en la charca de la corrupción. Por todo ello urge neutralizar a Llamazares.