Nunca una visita privada tuvo tanta dimensión pública como la realizada por Tarcisio Bertone, secretario de Estado del Vaticano, a Madrid. Los miembros más destacados del Gobierno, empezando por su presidente, explicaron sus puntos de vista al cardenal sobre los aspectos más conflictivos de algunos de los proyectos del Ejecutivo socialista, como la reforma del derecho a interrupción del embarazo o la ley de libertad religiosa. Zapatero busca lograr una interlocución directa con el Vaticano, puenteando a la Conferencia Episcopal Española, para mejorar las relaciones con la Iglesia.
Tras los contactos con el Gobierno, el secretario de Estado del Vaticano pronunció una conferencia en la que mostró su rechazo hacia el aborto, el matrimonio homosexual y la asignatura de la Educación para la Ciudadanía. ¿Significa esto que Tarcisio Bertone opta por mantener la tensión con el Gobierno? La diplomacia no la inventó el Vaticano, pero sí la practica con gran refinamiento. Era impensable que el número dos de la Iglesia viajara a Madrid para contradecir a la Conferencia Episcopal Española. Además, algunas de las cuestiones sobre las que se pronunció, como el aborto o el matrimonio homosexual, son innegociables para el Vaticano. En estas materias no cabe alcanzar una síntesis entre lo que piensan Benedicto XVI y Bibiana Aído. De las palabras de Bertone es difícil deducir cuál será la actitud del Vaticano hacia el Gobierno en esta legislatura. Todas las posibilidades están abiertas.
Es dudoso que a la Iglesia le interese mantener una actitud de fuerte rechazo al Gobierno, recurriendo a las movilizaciones en la calle, como en la anterior legislatura. Igualmente, a Zapatero le conviene hacer concesiones para mejorar las relaciones con la Iglesia, porque en este mandato habrá una alta tasa de conflictos económicos y sociales. La redacción de la ley orgánica de libertad religiosa puede ser una ocasión para limar asperezas, reservando un papel especial para la religión católica. Ahora bien, cambiar la ley de interrupción del embarazo, convirtiéndola en una ley de plazos, puede crear tensiones aún mayores que las vividas hasta ahora. Y aunque parezca extraño, es distinto discrepar sobre estos asuntos con pleno empleo o con cuatro millones de parados