Tras el encuentro con el Rey, Pedro Sánchez ha querido evidenciar las tensas relaciones que mantiene con Unidas Podemos, tras el fracaso de la sesión de investidura, al manifestar que la desconfianza «entre ambas fuerzas es mutua». Es, precisamente, confianza lo que tiene que existir entre dos partidos para apoyar a un mismo líder y convertirlo en presidente. Sin confianza no puede haber ni gobiernos de coalición ni ninguna otra fórmula de gobernabilidad en la que estén implicadas dos o más fuerzas políticas. Pese a ello, Pedro Sánchez asegura que «no tira la toalla». El presidente en funciones asegura que aspira a gobernar en solitario con apoyos y abstenciones, bien sea gracias a un simple acuerdo de investidura o con un pacto de legislatura. Al hablar de abstenciones, volvió a pedir al PP y Ciudadanos que asuman su responsabilidad.
El Gobierno socialista lleva cien días en funciones. Se repiten los mismos argumentos de 2016 y el partido ganador de las elecciones está aislado. Ironías del destino, los que entonces gobernaban (PP) están ahora en la oposición, y los que se oponían (PSOE), gobiernan en la actualidad. En la fallida investidura solo un diputado cántabro, perdido entre los pliegues del grupo mixto, votó a favor del presidente. El resto dijo «no» o se abstuvo. Con estos mimbres hay que ser muy optimista para pronosticar larga vida a la presente legislatura.
Sánchez se reúne con colectivos feministas o ecologistas para recabar su apoyo y al día siguiente lanza una carga de profundidad contra Podemos. Son distintas piezas de la misma operación de persuadir a Pablo Iglesias para que acepte un acuerdo sin reparto de ministros. El presidente sabe perfectamente que el PP y Ciudadanos no van a colaborar en su pretendida investidura. La única vía es la entente con los ‘podemistas’. Tengo dudas sobre la visión a largo plazo de Pedro Sánchez, pero no sobre su capacidad de desplegar la táctica adecuada para mantenerse en el poder. Toda su gestualidad, declaraciones, fotos, entrevistas, encuentros sirven tanto para doblegar a Podemos ante una hipotética investidura en el mes de septiembre, como para cargase de razón ante una convocatoria electoral anticipada. Llegado el momento, Pablo Iglesias se verá en la tesitura de rendirse o aceptar el reto de ir a las urnas y reaparecer en el Parlamento con treinta diputados, como mucho. En esas condiciones su permanencia al frente del partido sería insostenible. Por ahí presiona Sánchez.