Hay que remontarse al primer Gobierno de UCD para encontrar tres vicepresidentes (Gutiérrez Mellado, Fuentes Quintana y Abril Martorell) en un mismo Ejecutivo. Con la terna de “vices” del nuevo Gobierno de Zapatero pierde poder Fernández de la Vega, aunque siga como número dos del Ejecutivo. La vicepresidencia económica, en manos de Elena Salgado, tiene las mismas competencias que las gestionadas por Solbes, aunque en asuntos como la financiación autonómica se limitará a las discusiones técnicas, quedando en manos del tercer vicepresidente (Chaves) los aspectos políticos de la negociación.
Le corresponderá a Manuel Chaves llevar la relación con las comunidades autónomas y los ayuntamientos, que representan más de la mitad del gasto público del país y concentran gran parte de la problemática general. El encargo realizado por Zapatero a Chaves tiene mucho sentido, porque las comunidades autónomas acumulan tal poder legislativo, ejecutivo y económico que no cabe gobernar los intereses del Estado sin concertar las políticas con las regiones. Ese papel no lo podría jugar un simple ministro de Administraciones Públicas y la vicepresidenta De la Vega lo compatibilizaba con otras tareas. Con una vicepresidencia encargada específicamente de la cooperación territorial y desempeñada por un peso pesado de la política nacional, como Chaves, se hubiera podido, en su momento, hacer frente al desmadre de los estatutos de autonomía. Ahora toca ir más allá y revisar conjuntamente las propuestas legislativas y el gasto creciente en sanidad y educación.
Otras novedades del Gobierno, como el ministro de Educación y la ministra de Cultura, van a traer más problemas que soluciones. Se pasó de una situación absurda, nueva en la historia de España, representada en un Ministerio de Educación sin competencias universitarias, a poner a un rector de una universidad de élite al frente de la educación. La voz de Gabilondo es la voz de los rectores, y ni toda la educación es la universidad, ni el sindicato de rectores es lo más conveniente para resolver los problemas universitarios. Gabilondo va a pedir dinero, cuando toca hacer mejor las cosas con el mismo presupuesto. En cuanto a la Cultura, queda en manos de un lobby definido por sus amplias cejas y alto consumo de subvenciones.