Miguel Ángel Revilla, con su proverbial desparpajo, afirma que el Principado pedirá el AVE del Cantábrico cuando sus responsables vean en funcionamiento la alta velocidad entre Bilbao y Santander. El presidente cántabro alaba la conexión de esta línea ferroviaria de alta velocidad con Europa y las regiones del Mediterráneo. Revilla no niega el impacto ambiental, pero considera que prevalecen las ventajas económicas que da el AVE a los costes que provoca, para concluir diciendo que las infraestructuras han modernizado España.
Puede discutirse sobre el AVE con argumentos de más calado, pero es difícil dar la vuelta al juicio de Revilla: el daño que causa una línea de alta velocidad que atraviese de este a oeste Asturias aconseja renunciar a ella, de modo que paliaremos su ausencia viajando a Santander o a León para coger allí trenes de alta velocidad que nos lleven a Barcelona, Burdeos o Zaragoza. Estamos dispuestos a que todas las comunidades autónomas de la periferia española tengan conexiones transversales de AVE, pero nuestra región es diferente, así que nos conformaremos para siempre con la unión radial con Madrid. ¿Verdad que es insostenible mantener estas afirmaciones a largo plazo?
Lo que caracteriza a la cultura moderna, a diferencia de la medieval, es la capacidad para asumir proposiciones contradictorias, lo que lleva a poder actuar con lo que en la jerga filosófica se conoce como ‘falsa conciencia’: un obrero comprando un coche caro o un burgués votando a un partido comunista. Lo que diferencia a un ciudadano liberal europeo de un fanático iraní, es que el primero está acostumbrado a moverse entre propuestas contradictorias, mientras que el segundo anula una proposición antes de hacerla convivir con su contraria: será capaz de prohibir el carbón si su credo religioso denigra la contaminación. El hombre moderno sabe que la contaminación es mala, pero la energía eléctrica es útil, así que mantendrá abiertas determinadas explotaciones de carbón, mientras busca otros insumos menos dañinos. La superioridad cultural del hombre moderno nace de esa raíz, que le permite moverse ante una realidad compleja, sin negarla. El AVE del Cantábrico otorgará innegables beneficios y contiene amenazas medioambientales. A partir de esa diarquía resulta obligado llegar a una síntesis feliz.