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Juan Neira

LARGO DE CAFE

LA ESCALADA

Estrenamos la democracia del aplauso: ministros batiendo las palmas al entrar Pedro Sánchez en el palacio, lleno hasta la bandera en la bancada socialista para recibir al líder campeador en el hemiciclo, improvisada Conferencia de Presidentes para escuchar las explicaciones sobre el reparto del dinero. Vano intento, el botín europeo no es el tema del estío.

El hecho más decisivo del verano para los españoles, lo que va a marcar el destino a corto y medio plazo de todos nosotros, Gobierno incluido, es la escalada. La segunda escalada de la pandemia en cinco meses. En una comparecencia de primavera, Sánchez anunció que iba a empezar la desescalada. Habían estado dando la tabarra con «llegar al pico», y de pronto, a finales de abril, estrenamos la desescalada que acabó con la forzada vida hogareña.

El transito por las fases de la desescalada fue un chalaneo: zanahoria para las comunidades amigas y palo para las que votaron a la derecha. Ahora ya sabemos que nunca hubo una comisión de expertos, que entre Illa y Simón decidieron quiénes promocionaban y quiénes repetían fase.

Mascarillas

Los nacionalistas estaban incómodos con el estado de alarma porque les parecía «un 155 sanitario». El Gobierno empezó a pasar apuros para prorrogar el estado de alarma y dio por terminado el periodo excepcional el 22 de junio, dando paso a la nueva normalidad. El 22 de junio hubo en España 108 contagios y se mantenían 12 brotes activos. Illa y Simón decían que surgiría algún otro brote. Cosa de poca monta.

La recomendación de lavarse las manos fue quedando en segundo plano y las mascarillas pasaron a ser una obligación. Simón reconoció que antes no las aconsejaban porque no las había. Elemental, no se puede recomendar lo que no se tiene. El 30 de junio hubo 132 nuevos infectados.

Desde que acabó el estricto confinamiento se vio que los jóvenes estaban entusiasmados con el reencuentro. Las ciudades asturianas, tan pobladas por la tercera edad, rejuvenecieron con adolescentes y veinteañeros contentos, tras un curso académico tan duro como el que habían dejado atrás, sin tercer trimestre.

El distanciamiento social no existió, salvo contadas excepciones. Los estrategas del confinamiento no repararon en que los jóvenes no viven la amenaza del virus como los adultos, porque en caso de contagio casi siempre son asintomáticos y tienen grandes necesidades de sociabilidad, así que el contacto humano es inevitable.

Mensajes

Era preciso lanzar mensajes específicos para ellos, pero nadie lo hizo. Las escenas dramáticas quedan reservadas para los anuncios que se insertan en las campañas de tráfico, pese a que en primavera murieron más españoles infectados que en varias décadas de tráfico rodado.

El 7 de julio, día del ‘no San Fermín’, como decía la propaganda oficial, la pandemia dio un salto: 250 contagiados en España, doble que la víspera. Por cierto, veinte días más tarde, Navarra lideraba la lista de nuevos infectados: 73 casos por cada 100.000 habitantes en la última semana de julio. El jolgorio de hoy es la desgracia de mañana.

Terminaba entonces un periodo especial en Asturias: veinticinco días sin nuevos infectados en nuestra región. Nunca fue tan cierto el slogan: Asturias, paraíso natural. Nada aporta más valor añadido a un territorio que estar libre del virus.

El incendio se empezó a extender con rapidez: el 14 de julio había 123 nuevos brotes (Aragón, Cataluña, Andalucía…); el 23 de julio, ya eran 281 los focos. El día 30, fueron 412. En las últimas veinticuatro horas de julio se registraron 1.525 infectados, con cerca de 500 brotes activos.

Expertos y políticos debaten sobre si son brotes virulentos o estamos padeciendo una segunda ola. Una cuestión semántica.

Conclusiones. La población confinada, bajo la amenaza de una multa de 600 euros, respondió a lo que pedía el Gobierno. Recobrada la libertad de movimientos, sectores amplios de la ciudadanía no se sienten concernidos con las normas. El verano es para divertirse.

Los gobiernos autonómicos que más demandaban una gestión soberana de la pandemia fracasaron rotundamente cuando les tocó tomar decisiones. Cataluña y País Vasco son dos ejemplos claros. El resto de gobiernos también se han visto sobrepasados. Con las cifras en la mano, el Principado, hasta hoy, es el que mejor balance ofrece.

Espero que Adrián Barbón no dude en ordenar confinamientos parciales, si es preciso, que proteja a los ancianos que viven en las residencias, y tome cualquier decisión, por dura que parezca, para no repetir el drama de Aragón, Cataluña o Navarra. Presidente: no tema pasarse, el peligro está en quedarse.

Inexplicable la pasividad del Gobierno de España. Estamos en plena escalada, pero deja que los gobiernos autonómicos gestionen una emergencia nacional. El pasado viernes, 31 de julio, casi tuvimos los mismos contagios que el pasado 27 de abril.

El turismo, la hostelería, el comercio van de cabeza al cierre colectivo. El mayor peligro para la economía es el virus, y entre la irresponsabilidad de una parte de la sociedad y la inhibición del Gobierno se ha extendido lo que antes habíamos confinado.

En un mes a la deriva, sin control ni directrices, hemos tirado por la ventana lo que tanto esfuerzo logró conquistar. Aunque el Gobierno lo niegue, estamos en plena escalada.

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por JUAN NEIRA

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