La política española y, particularmente, la autonómica, está orientada a la captación de fondos europeos. Los 140.000 millones de euros logrados en la última cumbre del Consejo Europeo se van a asignar en un plazo breve, así que toca perfilar estrategias y concretar las ideas en proyectos. Un criterio que se valora en la Comisión Europea es el de la colaboración entre distintos territorios en torno a una iniciativa. Se da prioridad a asignar fondos a los proyectos compartidos. La naturaleza de algunas propuestas facilita la unión de distintas regiones, como por ejemplo, las relacionadas con las infraestructuras de transporte. El noroeste español, un polo de flexible configuración porque unas veces comprende hasta el País Vasco y, en otras, se limita a Galicia, Castilla y León y Asturias, debe activarse para captar financiación. La idea de trabajar unidos, lanzada por Adrián Barbón, ha obtenido respuesta positiva de Cantabria y Castilla y León, mientras que la Xunta de Galicia ha dado una respuesta muy de la tierra, «las comunidades autónomas deben trabajar en torno a proyectos rentables», dejando a sus interlocutores con la duda en el cuerpo: ¿Feijóo va buscar financiación por su cuenta o acepta ir en compañía de otros? A todo esto, el País Vasco está a punto de enviar a Madrid cincuenta proyectos acabados. Un ejemplo de celeridad en la gestión.
En esta cuestión hay que trabajar en dos direcciones. Una es obvia: los proyectos deben ser rigurosos y en línea con las prioridades establecidas en Europa (transición energética, transformación digital, etcétera). Reconozcamos que en Asturias venimos de la tradición opuesta: lo de menos son los proyectos, lo único importante es la financiación. Aquí pensamos que construyendo piscinas climatizadas se superaba el declive del carbón. De esa manera malgastamos miles de millones de euros que tanta falta nos hacen ahora. No fuimos capaces de reactivar las comarcas mineras pese a la enormidad de fondos asignados a ellas.
La otra dirección en la que hay trabajar es la puramente política. Podemos permitirnos cualquier lujo menos ser ingenuos. Torra ya pidió la mitad de las transferencias directas europeas para Cataluña; financiar los proyectos de Urkullu consumirá otro tanto de dinero. Pedro Sánchez, en la última Conferencia de Presidentes, prometió crear un «mecanismo de cogobernanza» para repartir los fondos. Planteadas así las cosas, el Principado debe pasar a la fase de alerta roja.