Un informe del Tribunal de Cuentas sobre la reforma del sector público del Principado muestra que sólo hubo cambios mínimos que aportaron mejoras inapreciables en términos de personal y ahorro. La entonces llamada racionalización de la Administración autonómica, que creo recordar que dio pie a la aprobación de tres leyes, fue una operación de mero maquillaje para la galería.

La reforma de las administraciones autonómicas fue impulsada por el Gobierno de Rajoy, dejando que en cada región se marcaran objetivos y ritmos. El Gobierno de Javier Fernández fue el que actuó con mayor lentitud y el que menos cambios introdujo en el sector público. Las cifras son elocuentes: de los 5.386 empleados afectados por las reformas entre todas las comunidades, sólo 35 pertenecían al sector público asturiano, el 0,6%. En cuanto al ahorro alcanzado, uno de los principales objetivos de la reforma, dado el déficit de las administraciones, el Principado obtuvo un ahorro del 0,5% del total alcanzado entre todas las regiones. Tanto Javier Fernández, como los miembros de su Ejecutivo, dejaron muy claro desde el principio que no consideraban excesivo el tamaño del sector público, y los resultados obtenidos estuvieron en consonancia con esa premisa. Una vez más se confirmó que no es posible hacer reformas sin reformistas. Cuando los que mandan creen que las cosas van bien se impone la política continuista. En el informe del Tribunal de Cuentas se señala que todos los activos de las sociedades liquidadas fueron integrados en otras sociedades o en la Administración del Principado, así que como mucho sólo hubo un cambio de forma jurídica, no una reforma del sector público. En definitiva, un mero cambio de fachada. Tanto el Tribunal de Cuentas, como antes la Sindicatura de Cuentas, recoge que el Gobierno de Fernández no dio datos desglosados de muchas de las sociedades extintas, así que no pudieron comprobar si era exacto el dato del ahorro que aportó el Principado.

De aquellos polvos estos lodos. Tenemos una Administración sobredimensionada y muy cara de sostener para los contribuyentes. Tan inmanejable resulta que aunque no estaba en el programa electoral socialista, Adrián Barbón sorprendió a la opinión pública con el anuncio de que se marcaba como principal objetivo reformar la Administración regional. Se perdió tanto tiempo que no quedará otro remedio que pasar del maquillaje a la cirugía.