Sin que ningún dato de la estresante actualidad le empujara a ello, el Gobierno crea una Comisión Permanente contra la Desinformación para luchar contra las noticias falsas. El citado órgano tiene un carácter rigurosamente gubernamental, que es tanto como decir que el Ejecutivo de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias está capacitado para discernir con imparcialidad entre la verdad y la mentira. Iván Redondo, jefe del Gabinete de Presidencia, y Miguel Ángel Oliver, secretario de Estado de Comunicación, los dos principales colaboradores directos de Sánchez, estarán al frente del organismo que anuncia una evaluación continua de las informaciones que se publiquen. Unos señores familiarizados con la distorsión de noticias, ocultación de hechos negativos, contraprogramación de informaciones y creación del argumentario del Gobierno contra la oposición se van a convertir en guardianes de la verdad. A través de una orden ministerial se monta un tinglado que, bajo la disculpa de contrarrestar las campañas dañinas lanzadas desde otros Estados, coloca a los medios en el punto de mira. Sin consultar al Congreso de los Diputados, sin consensuar con nadie, en Presidencia del Gobierno crean un artefacto hábil para poner sordina a la crítica. Un órgano con espías, diplomáticos e informáticos para tapar la esencia del trabajo: el control de lo que se publica en España. Iván Redondo tendrá en sus manos el nuevo ‘nihil obstat’ de los viejos tiempos.
Estoy convencido de que hacen un trabajo inútil porque en España las restricciones a la libertad no funcionan. En estos tiempos de antígenos, hay que decir que los medios de comunicación españoles están vacunados contra la censura. Las redacciones sabrán generar una respuesta inmunitaria suficientemente potente como para que aquello que a alguien le interesa que no se publique lo podamos leer todos en papel.