En las enmiendas registradas por los distintos grupos parlamentarios en el Congreso de los Diputados hay 288 millones de euros para Asturias, que se sumarían a los 378 millones que constan en el proyecto de Presupuestos Generales del Estado. ¿Qué se puede opinar de esa lluvia de millones destinada a los más variados asuntos?
Descartado el simplismo de que todo lo que sea para Asturias es bueno, constatemos que casi todas esas enmiendas no superarán el listón de las votaciones. No es que en la Cámara Baja traten con desdén a nuestra tierra. En absoluto. La razón es muy simple: sobre las diecisiete comunidades autónomas hay enmiendas registradas que incrementan las inversiones en sus respectivos territorios, de tal forma que si no se procede a una poda generalizada de ocurrencias el proyecto de presupuestos, ya de por sí fantasioso y de imposible realización, se convertiría en una montaña de gasto que no se podría financiar. Tras la criba, los políticos tienen otra forma más sutil de rechazo, que consiste en plasmar las iniciativas en los presupuestos, renunciando a ejecutarlas. A eso lo llaman pintar los proyectos. Los accesos a El Musel reciben una mano de pintura todos los años.
Es una ceremonia que se repite en otoño. Los diputados presentan ante los ciudadanos de su circunscripción electoral las mejoras (enmiendas) que plantean para el territorio. El personal se alegra y los ingenuos se ilusionan. Unos meses más tarde todo queda cubierto por el olvido. Cuando se ejecutan las partidas, las ocurrencias han desaparecido, y del proyecto de presupuestos original sólo se respeta la mitad o menos. En caso contrario, cómo íbamos a estar diez años amueblando los túneles de la variante de Pajares sin dejarlos listos para que pasen los trenes. En resumen, las enmiendas a los presupuestos no pasan de ser una operación de imagen con escasa o nula transcendencia.