Esta semana quedará aprobado el presupuesto del Principado para 2021, con 5.237 millones. La Junta General del Principado nunca había dado el visto bueno a unas cuentas regionales tan abultadas. El presupuesto crece en un 10%. Hay dinero para todo tipo de objetivos: invertir en carreteras, dar subvenciones sociales, contratar a empleados públicos, gastar en sanidad y educación, ayudar a la hostelería y al pequeño comercio, proteger los monumentos prerrománicos, ampliar el hospital de Cabueñes, proporcionar beneficios fiscales a los vecinos de la Asturias rural, etcétera.
La lluvia de millones se suma a la que procede de los Presupuestos Generales del Estado que también participan de la clave expansiva. La inversión del Gobierno en Asturias supera en un 54% a la del pasado año. Sólo en Cataluña y Murcia es más alta. A cada asturiano le corresponden 370 euros de la inversión estatal, mientras que la media de lo que le toca a cada español se sitúa en 258,2 euros.
A todo ello hay que agregar el dinero proveniente de Europa que todavía no podemos conocer con exactitud, pero que de momento parece que va a servir para financiar una nueva acería para la planta siderúrgica de Arcelor en Gijón.
Paradoja
La paradoja salta a la vista. Estamos más hundidos en la miseria que nunca a juzgar por la longitud de las colas para recibir alimentos; alcanzamos el registro más bajo de gente trabajando porque el resto de la mano de obra está en el paro o cobijada por un ERTE; mengua la recaudación fiscal tras ordeñar los cuatro grifos de la otrora fuente de la abundancia: IRPF, IVA, Sociedades e Hidrocarburos; las grandes fortunas agilizan los trámites para localizarse en Luxemburgo por la subida de impuestos, la reforma legal de las Sicav y el llamado «riesgo país» que aumenta según se extiende la sensación de inseguridad jurídica. Cuando ocurre todo eso a la vez, resulta que nos llegarán más recursos que nunca de las administraciones. ¿Cómo puede ser?
Por el cambio de política en Europa. Pasamos del ‘austericidio’ de la gran recesión (2008-2014) a la prodigalidad de la crisis pandémica. El Banco Central Europeo (BCE) dictó la pauta en ambas coyunturas.
Si se quiere ser riguroso habrá que decir que el BCE no mantendría esa política si no estuviera respaldado por Ángela Merkel. El pasado 11 de marzo Christina Lagarde (presidenta BCE) declaró que no estamos aquí para reducir primas de riesgo» y una semana más tarde el BCE daba el primer ‘manguerazo’ de 120.000 millones de euros desplomando las primas de riesgo. ¿Hubo reprimenda?
La pandemia afecta a todos los países, y a Alemania también le interesan, en esta ocasión, las políticas expansivas. La crecida de los presupuestos públicos se sostiene sobre el dinero que proviene de Europa (la mitad en inversiones y la otra mitad en préstamos) y el aumento de la deuda.
Ante la laxitud fiscal europea todos tiran de largo. El 30 de septiembre la deuda pública española había escalado hasta el 114% del PIB, al crecer en 9.700 millones en los últimos treinta días. El FMI calcula que terminaremos el año con una deuda del 123% del PIB. No sé cómo se paga una factura así, pero es fácil de prever que por culpa de ella la década de los años veinte no se asociará, esta vez, al baile del charlestón.
Antes de encararnos con los problemas de la década hagamos frente a los quebraderos de cabeza del presente. En Asturias, la oposición no discrepa del diagnóstico de Adrián Barbón, concretado en los presupuestos. La excepción es Vox que propone otra ruta de navegación.
El PP quiere lo mismo que el PSOE, pero con una mayor dosis de subvenciones para los colectivos afectados por los cierres de negocios, para la gran industria y para los ayuntamientos. Con unos 150 millones más de deuda se arreglaba el disenso. De no ser con más endeudamiento debería decir el PP a quién se le quitan los 150 millones para dárselo a los colectivos, empresas o instituciones que ellos desean subvencionar.
El resto de grupos está de acuerdo con el Principado. Quieren que el Gobierno regional asuma alguna enmienda parcial para justificar la adhesión a los presupuestos ajenos. En definitiva, a la oposición le preocupa más el discurso que el recurso económico. El Gobierno va a gobernar sin oposición, no tendrá disculpa si falla.
Gestión
La cuestión decisiva va a estar en la gestión de tantos dineros, entre presupuesto propio, presupuesto del Estado y fondos europeos.
No tenemos la experiencia de haber pasado por una experiencia semejante. Hay que aprovechar esa montaña de recursos para recuperar el terreno perdido por la pandemia. Sabemos cómo derrochar el dinero; el ejemplo más lacerante fue lo ocurrido con los fondos mineros, y pueden servir de modelo para actuar ahora de forma opuesta.
Sobre los fondos mineros decidían muchos agentes (gobiernos, ayuntamientos, sindicatos) y había pendencias territoriales por la ubicación de los proyectos. Ante la abundante financiación y la falta de imaginación se optó por proyectos muy visibles, deslumbrantes, al modo de los nuevos ricos. El campus de Mieres era para Villa como la Universidad Laboral para Girón. Pura desmesura.
Hará falta gestionar muy bien inversiones y fondos para poder estar en condiciones de saldar las deudas.