Como todos los presidentes autonómicos, Adrián Barbón pronunció su discurso de fin de año dirigido a los asturianos que residen en nuestra región y a los que viven fuera de nuestras fronteras. Hacer un repaso de 2020 significa emprender un recorrido triste y luctuoso por el periodo que va desde el mes de marzo hasta el último día de diciembre. La pandemia ha ocupado todo el espacio público y privado, como sólo sucede con las guerras o en las grandes catástrofes. Adrián Barbón construyó un relato emocional, como corresponde a su personalidad, lamentando las víctimas y agradeciendo a todos los esfuerzos realizados, desde los trabajadores de la sanidad hasta los niños que van a la escuela. Para un gobernante la pandemia tiene una dimensión política, además de la humana que nos incumbe a todos. El presidente asturiano se movió entre los dos registros, justificando los cierres de comercios, hostelería o deportes, porque gracias a ellos se ha logrado evitar «centenares de muertes en noviembre y diciembre».
Aprovechó un punto y aparte de su discurso para hacer mención al presupuesto del Principado de 2021 que quedó aprobado con el apoyo de cinco partidos: PSOE, Ciudadanos, Podemos, IU y Foro. Tras señalar que las cuentas contienen 5.237 millones de euros, con un fondo de rescate de cien millones para los sectores económicos más debilitados, entró en el aspecto político del presupuesto que lo distingue de todos los anteriores del Principado y de los que se están aprobando en otras comunidades autónomas: el consenso entre la izquierda y el centro-derecha. Aparcadas las emociones de la emergencia sanitaria, pronunció unas palabras que reflejan lo que subyace bajo el consenso: «Sobre la radicalidad frentista que sólo distingue entre amigos y enemigos, en Asturias se ha impuesto la política útil, la del acuerdo y el entendimiento».
Cómo me gustaría que esa práctica política se impusiera en toda España. La denuncia de un presidente socialista de la «radicalidad frentista» tiene un valor incalculable en el panorama político español pautado por la polarización. Después de una transición a la democracia realizada por acuerdos entre partidos de distintas ideologías, resulta que hay que ver como normal que la izquierda y la derecha estén incomunicadas, y tengamos como sucedáneo pactos con Iglesias, Otegi y Rufián, que son los grandes valedores del Estado democrático, como todo el mundo sabe. Barbón ha abierto una vía que ojalá tenga pronto seguidores.