Continúan los contactos políticos para acordar, por consenso, la gestión del fondo de rescate de 100 millones de euros. El vicepresidente, Juan Cofiño, negoció por vía telemática con los grupos que aprobaron los presupuestos de 2021. La idea del Principado es gastar la cuantía íntegra del fondo en el primer semestre del año. A la mayor brevedad posible se hará la primera convocatoria de subvenciones que consumirá más de 50 millones. Con el paso de las semanas el Gobierno asturiano va asumiendo que las ayudas a los sectores perjudicados por la pandemia supondrá una asignación de recursos por encima de la inicialmente presupuestada. Si en el primer semestre se gastarán 100 millones, no es realista pensar que en la segunda parte del año no sea necesario conceder más subvenciones.
La oposición ha propuesto extender las ayudas a los taxistas. En el plan de choque del pasado mes de noviembre (33 millones) no estaban incluidos entre los sectores perjudicados. El Gobierno ha aceptado la petición. Si se mira el tejido económico-social con lupa hay muchos colectivos que pierden ingresos con la pandemia y no reciben subvenciones. La pasada semana me paró una señora por la calle para decirme que daba no sé qué actividad extraescolar en cuatro colegios; en este curso dejaron de ofertarse esas actividades en los centros y se quedó sin un dinero que necesitaba («dígalo en el periódico»). La lista es infinita, pero en política hay que priorizar y las actividades con más personas afectadas son la hostelería y el pequeño comercio. A partir de ahí se puede perfeccionar la asignación de subvenciones.
La gestión compartida del fondo de rescate es una iniciativa inteligente del Gobierno regional para tratar de dar continuidad ala mayoría parlamentaria( PSOE-Podemos Ciudadanos-IU-Foro) que aprobó los presupuestos. La mayoría de esos grupos están dispuestos a negociar toda la agenda política. Cuando se tienen pocos escaños realizar actividad parlamentaria de forma independiente es muy poco agradecido. Firmar pactos concede protagonismo y proyecta una imagen de fuerza decisiva para la gobernabilidad de la región. Los votantes sienten que tiene sentido haber optado por un partido minoritario y la propia fuerza política se presenta, luego, ante los electores con el discurso de haber impulsado los logros del mandato. Todo eso está muy bien siempre que la gestión compartida no derive en una pugna enfermiza por apuntarse triunfos ante el público.