El partido de Inés Arrimadas está revolucionado. Desde que metieron la pata con la moción de censura contra su propio Gobierno en Murcia no ganan para sustos. Pablo Cambronero, diputado nacional de Ciudadanos, abandona el grupo por la deriva sanchista y se inscribe en el Grupo Mixto. En el Senado lo tienen peor, tras la marcha de Hervías. El Tribunal Constitucional dejó claro que el escaño corresponde a la persona electa, no al partido. A partir de ahora Arrimadas sólo podrá  apoyar con nueve diputados las decisiones de Pedro Sánchez. Aumenta la tensión. Dentro de mes y medio tendrán la prueba de fuego de las elecciones autonómicas en Madrid. Ahí se verá en qué quedan los 26 escaños de los pasados comicios.

Nacho Cuesta reunió a la comisión ejecutiva asturiana. Nunca hubo tantas reuniones en Ciudadanos. Los nuevos partidos (Ciudadanos y Podemos) son los que más apelan a la democracia y en los que más protagonismo tiene el dedazo. Tras la reunión, el coordinador general del partido en Asturias dijo que “no estamos dispuestos a dejarnos pisotear por nadie”. Este mensaje que están lanzando por toda España me parece absurdo ¿La advertencia va por el PP? En ese caso pueden ellos hacer lo mismo y proclaman la política de puertas abiertas para que cualquier militante del PP se afilie al partido naranja. ¿Absurdo, verdad? Si teme la dirigencia de Ciudadanos que la militancia cambie de partido, el problema lo tienen con sus propios afiliados, no con el PP. Y claro que tienen un problema interno, porque no hicieron autocrítica tras la hecatombe de las elecciones catalanas: al día siguiente Arrimadas dijo que  “se sentía más reforzada que nunca”, y como explicación se conformó con un “no hemos sabido ilusionar”. El pasado lunes, en la reunión de la dirección en Madrid, en un clima de dramatismo tras el fracaso de la chapuza murciana, tampoco se fue a la raíz del asunto, limitándose a un retoque cosmético del órgano de dirección.

En Asturias la situación está más calmada. No deben dejarse llevar por movimientos espasmódicos;  les toca centrarse en el día a día del trabajo institucional. Desde Asturias no van a poder impedir la debacle que les espera en Madrid; les corresponde sufrirla a los que hicieron todo lo posible para que sucediera. Quedan más de dos años de trabajo en la Junta General del Principado y en los ayuntamientos. A ese calendario tienen que ajustarse Nacho Cuesta y su gente. Olvidarse de hacer cosas raras, que suelen acabar mal, y retomar la normalidad.