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Juan Neira

LARGO DE CAFE

LOS RETRATOS DEL PALACIO

Adrián Barbón ha singularizado varias dependencias del palacio de Suárez de la Riva con nombres de los presidentes fallecidos (Rafael Fernández, Sergio Marqués, Álvarez Areces). La personalización de espacios se realiza para conmemorar los 35 años de la conversión del edificio en Presidencia del Gobierno. Su despacho oficial se llamará Pedro de Silva, por haber sido el político gijonés quién reformó el edificio.

Asturias tiene un déficit de institucionalización, porque el localismo divide el territorio y oculta la dimensión regional a diferencia de lo que ocurre en otras comunidades. La pulsión identitaria y el discurso político siempre estuvieron en manos de alcaldes y líderes sindicales. Hasta el mandato de Sergio Marqués no hubo una vida parlamentaria reconocible como tal. Todo esto era mucho más visible en 1986, cuando al Ejecutivo autonómico se le llamaba “gobiernín” y los chistes sobre la barba de Pedro de Silva tenían una intencionalidad que superaba la estética. Por no hablar del edificio de Presidencia que recibió un nombre popular que, la verdad, no me atrevo a repetir, aunque me quita años recordarlo. El bautizo de las dependencias del Palacio es un intento por reforzar la institucionalización, una labor que es necesaria en muchos órdenes de la vida pública asturiana, pero en esta ocasión no creo que sea un acierto.

El edificio es el que era. No nació en 1986, sino siete décadas antes para ser la sede de la delegación del Banco de España. Se  inauguró el año de la revolución del octubre ruso y sufrió la violencia de la revolución del octubre asturiano, dando pruebas de resiliencia. La remodelación de los años ochenta sirvió para adaptarlo mínimamente a su actual papel, aunque sigue siendo incómodo y disfuncional. Su inauguración no fue un referente para el pueblo ni motivo de orgullo para nadie, salvo quizás para los que participaron en la reforma. La mudanza del Banco de España no dio paso a una sede presidencial a la altura de los tiempos, pero sí valió para que los tecnócratas del Banco derribaran el palacete de Concha Heres para construir un bodrio que utilizan como oficina. Después de la tala del “Carbayón”, la mayor pérdida para Oviedo. Recuerdo a un presidente, con un manojo de llaves en la mano, enseñándome cada rincón del edificio oficial. En un cuarto estaban los retratos de los presidentes. La forma de posar daba para el análisis. Lo que me hubiera gustado quedar solo en la estancia tomando notas para el artículo del domingo.

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por JUAN NEIRA

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