José Manuel Fernández renunció a presidir el Consejo de la Transparencia. Contaba con el aval del PSOE y del PP, pero el propio funcionario echó a perder su opción cuando señaló que no ocuparía el cargo si el órgano se ubicaba en Avilés, poniendo como argumento la imposibilidad de practicar la conciliación familiar. El Gobierno debía haberle retirado la confianza, ya que no se puede hacer depender la ubicación de una sede institucional de los hábitos familiares de un funcionario. Los socialistas no estuvieron rápidos de reflejos. En cuestiones de principios no se puede ceder ni un milímetro.
El Consejo de Transparencia se creó en 2018 y dos años más tarde se busca presidente. No debemos dar por buena la lentitud de las instituciones para hacer sus tareas. En un mes se puede resolver un problema de esa naturaleza, sin acelerarse. Hay más de una persona que puede ser idónea para presidir ese órgano. Como se está hablando de transparencia, es muy importante elegir a alguien que sea completamente independiente y para ello no basta con que no tenga carné de partido. Haber prestado servicios como alto cargo de un gobierno lo aleja del perfil adecuado. Si se quiere potenciar la transparencia y jugar limpio, se opta, por ejemplo, por un profesor universitario con trabajos sobre la materia que sea ajeno a la Administración del Principado. Cuanto más ajeno, mejor. En este asunto hay que hablar claro. Implantar procedimientos rigurosos de transparencia no beneficia a los gobiernos, sino a la democracia. La oposición no arriesga, al contrario, encuentra en el cumplimiento de los nuevos protocolos motivos posibles para ejercer la crítica. La transparencia no se puede simular, si se adopta es con todas las consecuencias. El Gobierno de Adrián Barbón goza de una posición parlamentaria sólida, así que no debe temer que una persona cualificada e independiente presida el ente. Una vez que el Consejo de la Transparencia supere con éxito la fase de rodaje, el prestigio de la institución impedirá que un hipotético futuro gobierno lo pueda manipular.
Aunque la alternativa de Avilés haya surgido de forma incidental, ahora no se deben echar los parlamentarios para atrás porque sería dar por buenos los argumentos del malogrado candidato. ¿Una villa adecuada para albergar una de las mayores plantas industriales de España y el principal equipamiento cultural construido en la etapa autonómica no tiene capacidad para ubicar el citado ente? Humillar no sale gratis.