Adrián Barbón pidió que se dediquen más efectivos policiales para impedir la realización de botellones. El presidente del Principado hizo una llamada a la Delegación del Gobierno (Policía Nacional y Guardia Civil) y a los alcaldes (Policía Local) para que estén mucho más vigilantes ante las concentraciones en las horas del ocio nocturno. La petición de Barbón lleva implícita una cuestión competencial: el Principado no tiene efectivos policiales y debe recurrir a la fuerza armada de otras administraciones. Habrá a quién le parezca un disparate que Barbón no tenga competencias nítidas de orden público y, por tanto, derecho a tener a su cargo un cuerpo policial más o menos numeroso, mientras Ana González o Alfredo Canteli cuentan con cientos de agentes uniformados a sus órdenes. Reconozco que no se corresponde con el orden jerárquico de las administraciones, pero la anomalía se puede solventar si la Delegación del Gobierno y los alcaldes hacen caso a lo que diga la máxima autoridad de la comunidad autónoma.

No hay duda de que los botellones constituyen un foco importante de potencial contagio, así que se debe actuar sin contemplaciones. Existen suficientes medidas coercitivas para impedir o dificultar en gran medida su desarrollo. Hay que reprimir a los infractores sean jóvenes o viejos. Ahora bien, algunas decisiones facilitaron esta conducta irracional. El 26 de junio, Pedro Sánchez dio vía libre a la sociabilidad eliminando la obligatoriedad de la mascarilla en espacios exteriores. La juventud interpretó la medida como una señal para divertirse sin limitaciones. De ahí la quinta ola. El presidente del Gobierno apostó por una política de una sola dirección: vacunación. En efecto, las vacunas cambiaron el escenario, pero ellas solas no acaban con el virus en pocos meses. Un ejemplo: la pasada semana en Cataluña murieron 200 personas, aunque el 70% de los catalanes mayores de 16 años recibieron ya las dos dosis. Hay que corregir la estrategia, no basta con felicitarse por los avances en la vacunación, es preciso la adopción de medidas preventivas y, sobre todo, se debe utilizar un discurso más grave ante una situación que no es benévola. Aquí y ahora el botellón mata, a ver si se atreve a decirlo algún responsable público.

Utilicemos la inteligencia. Es interesante la propuesta de los hosteleros de retrasar el cierre en las terrazas para evitar botellones. Coerción con los infractores, pero dando un cauce de expansión controlada al resto.