Un breve repaso al mes de agosto debe empezar por reconocer que el principal acontecimiento ha sido la pandemia. Soy consciente de que no se puede luchar contra las apariencias. El discurso oficial habla del éxito de la vacunación en masa y se olvida de lo único que no se puede olvidar: los datos. El pasado viernes la incidencia acumulada a 14 días (IA-14) en España estaba en 263,9 casos por 100.000 habitantes y hubo 139 fallecimientos. Los expertos definen esta situación, como de «riesgo extremo». El mes había empezado con una IA-14 de 715,6 casos por 100.000. Agosto se movió entre estas dos cifras: 715 y 263. Mucho peor que el agosto de 2020.

Para pedir responsabilidades políticas se debería añadir que el 26 de junio estaba en 108,2 casos la IA-14. Ese día Sánchez eximió a los ciudadanos de la obligación de llevar mascarilla fuera del domicilio familiar.

Desde el 5 de julio, hasta hoy, España estuvo en riesgo extremo. Lo más sorprendente es que en todo ese periodo más de la mitad de la población estaba ya vacunada. Con las cifras en la mano, la pandemia sigue siendo el gran tema de este país. El doctor Cavadas dijo en su día que duraría dos o tres años. Va camino de ello.

La segunda cuestión que estuvo en los titulares de agosto es el precio desorbitado de la luz. Pese a estar el mercado energético muy intervenido, el Gobierno no había previsto que el precio se disparara. Hasta la fecha todas las medidas tomadas por Teresa Ribera han constituido un fracaso. Un país, como España, con la menor autonomía energética de toda la OCDE, el elevado coste de la electricidad es un problema de Estado.

Unidas Podemos apuntó como solución aprobar por decreto-ley la limitación del precio de la energía nuclear y la hidroeléctrica. El resto de energías se regirán por el mercado, pero ojito con la nuclear y la hidroeléctrica. Según los ‘morados’, de esa manera los consumidores se ahorrarán entre 1.500 y 3.200 millones al año.

Jordi Sevilla, expresidente de Red Eléctrica Española (REE), salió a la palestra para apoyar la propuesta de Unidas Podemos. Teresa Ribera lo cesó en el cargo y así se vengaba. Ser presidente de REE no es una cosa cualquiera, ya que es el cargo público mejor pagado de España, más de 500.000 euros al año. Dejémonos de cuitas personales y vayamos al asunto.

El mercado mayorista de la energía es similar al de otros países europeos. La diferencia en los precios no se debe a cómo se retribuyen las energías, sino a tributos y peajes.

Tiene gracia que pongan en el disparadero a la energía nuclear y la hidroeléctrica, que son energías que no contribuyen al efecto invernadero y resultan claves para asegurar el suministro energético. No emiten CO2 y son baratas, así que doble motivo para gravarlas, según los ‘morados’.

Las primas y subvenciones a las distintas modalidades de energía renovable fueron la principal causa de la creación del déficit de tarifa.

Ione Belarra y Alberto Garzón dicen que en Europa se aplica su fórmula y citan el tratamiento que da Francia a la energía nuclear, que es su verdadera bestia negra. Vamos a ver, señores, la fijación de precios en el vecino país sirve para reforzar a EDF, el gigante de la energía nuclear francesa, con 56 reactores nucleares, de modo que si bajan los precios del mercado, el de la nuclear se mantiene, entre 45 y 50 euros el megavatio-hora. El Gobierno de Francia cuida de los intereses estratégicos de su país, no como esta tropa de ideologizados que nos gobiernan.

Tercer asunto, el turismo. Estamos de enhorabuena en Asturias, ya que repetimos el éxito del pasado año, pero con precios más altos, así que el sector se resarció de las pérdidas generadas por el estado de alarma. Antes de la pandemia, los turistas españoles gastaban 9.000 millones de euros en el extranjero, que ahora se dirigieron, en su mayoría, a la oferta nacional.

Asturias no vive del turismo extranjero, así quedó al abrigo de la deserción del turista británico. A nuestra bien merecida fama de Paraíso Natural se sumó la discreción de nuestros datos pandémicos.

A todo ello hay que sumar los millones de euros ahorrados durante la pandemia, hasta el punto de alcanzar el nivel más alto en renta bruta disponible de los últimos cuarenta años. El resultado final fue más que positivo.

Por último, el personaje del verano. Indiscutiblemente es Ana González. La alcaldesa de Gijón logró con una breve declaración alcanzar el estrellato nacional. Desde el año 2011, con la victoria de Cascos en las elecciones autonómicas, ningún político asturiano había alcanzado tanta popularidad en España. Supo escoger el momento, la desmayada segunda quincena de agosto, elegir un tema, como los toros, tan polémico como el sexo, y lanzarse con valentía al ruedo, apoyado en la pobre muleta que utilizan todos los espontáneos, en este caso la tela cosida por ‘Nigeriano’ y ‘Feminista’. Pitoneada en el primer pase (los nombres de los astados no respondían a ninguna premeditada estrategia fascista), tuvo reflejos para recomponer la figura y alargar un ‘natural’ con la tía Gervasia que fue todo un homenaje a las primeras décadas de la Autonomía, cuando Isidro Fernández Rozada sacaba a relucir en los debates de la Junta a la tía Nemesia. Y toda esta función tradicional, colorida y emocionante, se pretende sustituir por un concierto bilingüe. Qué error.