La primera ronda de contactos del Gobierno regional con los grupos parlamentarios ha servido para constatar que no hay una voluntad compartida de reformar el Estatuto de Autonomía.
Esta conclusión debería ser razón suficiente para congelar el intento de revisión. Los estatutos requieren de mayorías amplias y plurales, necesarias para alcanzar una gran legitimidad (la legalidad es otra cosa).
A salvo de una repentina rectificación vamos camino de aprobar una reforma de parte, impulsada por un sector ideológico concreto, dispuesto a garabatear el texto con la rúbrica de la izquierda.
Un Estatuto de parte con el que no se identifica una sociedad plural. Con la disculpa de que está obsoleto, tras cuarenta años de vigencia, se hace una propuesta que en vez de suponer un avance, expresa un retroceso, al pergeñar un texto divisivo.
La manzana de la discordia es poner el bable en pie de igualdad con el castellano, como lenguas oficiales de la región. Se trata de dar un estatus al bable que no reconoce la calle, donde los ciudadanos de forma abrumadoramente mayoritaria hablan castellano. Tomando prestada aquella expresión de Sergio Marqués: no hay demanda social.
Es importante percatarse de que no estamos ante una iniciativa popular, sino ante un proyecto de las élites políticas y sus satélites, convenientemente regados desde el presupuesto del Principado.
Es un proyecto subvencionado, no autónomo. En ningún anexo de la reforma va la factura, que llegará en una segunda fase con la ley de normalización ¿40 o 50 millones al año? Me quedo corto.
Las élites políticas quieren copiar el modelo de bilingüismo que se desarrolla en seis comunidades autónomas. En todas ocurre lo mismo: prioridad a la lengua vernácula en la Educación y ponderación del conocimiento de la lengua propia para acceder a la función pública.
En este último apartado hay una amplia variedad, que va desde la baja puntuación en Navarra, los estimables 8 puntos en Valencia, los decisivos 18 puntos en el País Vasco, hasta llegar a la obligatoriedad de su conocimiento en Galicia. Si no sabes ‘galego’ quedas excluido de las oposiciones en Galicia. ¡Toma oficialidad amable!
El bilingüismo conlleva imposición en los seis territorios. Hacia ahí nos quiere llevar la izquierda asturiana con la reforma sin consenso del Estatuto de Autonomía.
Para cumplir su sueño, solo le falta el voto del diputado de Foro. Los otros tres partidos del centro-derecha ya rechazaron la cooficialidad. En manos de Adrián Pumares está que Asturias mantenga un modelo de convivencia pacífica, sin bandos ni códigos identitarios, o apueste por la división social, la utilización política de la lengua y el adoctrinamiento desde la televisión autonómica.
A principio del mandato los socialistas se mostraban muy cautos, sabedores de que a la izquierda le faltaba un escaño para tener mayoría cualificada. En el último año, las tres izquierdas dan por descontado que habrá mayoría suficiente. No es muy difícil deducir que ya sondearon a la cúpula de Foro o a su representante parlamentario.
Hace unos años, la postura de Foro no suscitaba ningún tipo de dudas. Dirigentes, afiliados y votantes estaban a favor de la Ley de Uso y Promoción del Bable/Asturiano, como forma de desarrollo de la lengua vernácula.
Tras cuatro derrotas electorales consecutivas y una crisis interna el partido cuenta con un solo diputado. Una posición de extrema debilidad, sometida a presiones externas e internas.
En la guerra contra Cascos, la dirección de Foro aupó a dirigentes con una larga militancia partidaria, incluido el liderazgo en grupos del nacionalismo radical que blandían ‘asturinas’ (la copia de la ikurriña) con estrella roja ¿Será la cooficialidad la moneda de pago por los servicios prestados?
Con este cóctel en la organización, el partido tendrá que tomar la decisión más relevante para su electorado.
Puede que la izquierda esté bien informada y el escaño de Foro sirva de apéndice al tripartito de la izquierda para crear el régimen lingüístico anhelado.
En ese caso, toda la operación de reubicación del partido en el centro habría sido un esfuerzo inútil. El centro-derecha, en dos años, los dejará fuera de la Junta General del Principado.
Me cuesta mucho imaginar a Carmen Moriyón incurriendo en el error de Inés Arrimadas. Para entenderlo bastaría con sustituir Murcia por el bable. La influencia del PSOE opera en ambos casos.
Por desgracia, descarto el rechazo frontal a la cooficialidad de Foro, porque no tendría sentido mantener la indefinición durante tanto tiempo.
Ahora bien, entre una y otra postura cabe que en la dirección del grupo se animen, por una vez, a hacer política, y pongan en valor el decisivo peso de su escaño. Adrián Pumares tiene la acción de oro en sus manos.
¿Qué concesiones está la izquierda dispuesta a hacer a Foro por alinearse con el tripartito y convertir el bable en lengua oficial? Si la cooficialidad es una gran aspiración, la contrapartida debe ser de un gran valor.
En política todo tiene un precio. Si arranca grandes concesiones al Gobierno puede Foro intentar justificar el giro hacia el bable ante la parroquia.
No le auguro éxito a la operación, pero es mucho más presentable que la claudicación pura y dura ante la izquierda o reconocer que cambian de lengua porque sufren síndrome de Estocolmo.