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Juan Neira

LARGO DE CAFE

EL ENTIERRO DEL ÁREA METROPOLITANA

En la política, como en la vida, se producen, a veces, confusiones, malos entendidos, que llevan a planteamientos equivocados o respuestas disparatadas. En la actual legislatura autonómica hay dos buenos ejemplos, uno viene desde el inicio del mandato, el otro se acabó de concretar esta semana. Vamos con este último.

El 1 de febrero de 2018, el entonces consejero de Infraestructuras y Ordenación del Territorio, Fernando Lastra, reunió a los alcaldes de los seis municipios más poblados de Asturias para retomar el proyecto del área metropolitana.

Fernando Lastra, una de las mejores cabezas políticas del Principado en las últimas décadas, insistió en la flexibilidad y voluntariedad del proyecto, invitando a los seis alcaldes a tomar la iniciativa para acabar con los recelos suscitados por su antecesora, Belén Fernández, que había dejado como herencia un proyecto de área central concebido con la única finalidad de impedir la oferta de más suelo urbanizable por parte de los ayuntamientos.

Ya en la primera reunión se tomaron decisiones absurdas, al invitar a participar en el estudio del área central a ayuntamientos del oriente y el occidente, así como a la Federación Asturiana de Concejos.

El ‘ocho’ asturiano

La idea del área metropolitana viene de los años sesenta del siglo pasado, cuando se empezó a discutir sobre el ‘ocho asturiano’. Se trataba de aprovechar la estructura policéntrica del área central para unir a los ayuntamientos en un proyecto que conllevase especialización de espacios, frenase la duplicación de equipamientos y compartiese un modelo de movilidad de fácil accesibilidad.

Hacer del área central (800.000 habitantes) una gran ciudad, con todas las ventajas de las urbes, y sin pagar el peaje de tener una altísima densidad de población en una mínima porción del territorio, como ocurre en otras áreas metropolitanas.

Las elecciones autonómicas dejaron el proyecto en vía muerta y esta semana, Alejandro Calvo, consejero de Medio Rural y Cohesión Territorial, lo acabó de enterrar: «Parecía que habíamos creado un club selecto de concejos que se iba a desarrollar cuando ya tienen ventajas». No se puede seguir con el proyecto porque «las alas no se reconocerían». El consejero propone, como alternativa, redactar una Ley de Ordenación Integral del Territorio. La confusión en grado máximo.

Las alas

Formar parte del área metropolitana no significa un premio. De hecho, siempre hubo alcaldes en ese territorio que no quisieron estar dentro de su estructura político-administrativa. El último en rehusar fue Alfredo Canteli. A los ayuntamientos del occidente y el oriente no les afecta la implantación del de área metropolitana, ni para bien ni para mal. No va con ellos. Como un proyecto de ordenación del territorio en las alas no influye en el centro de la región. Nadie queda relegado ni perjudicado. En ninguna de las áreas metropolitanas que hay en España participan alcaldes ajenos a ella ni reciben compensaciones para evitar supuestos agravios comparativos.

No tendría ningún sentido que el Ayuntamiento de Avilés interviniese en un proyecto de ordenación en la franja costera occidental o que el Ayuntamiento de Siero tuviera algo que decir sobre una iniciativa en el oriente.

Una ley de ordenación integral del territorio, como nos anuncia Alejandro Calvo, es otra cosa. No es una alternativa al área metropolitana. Supone abordar un trabajo mucho más amplio y complejo, con un resultado dudoso, visto el ‘éxito’ de las Directrices Regionales de Ordenación del Territorio de 1991 que han actuado más como camisa de fuerza de las iniciativas surgidas fuera de la Administración del Principado, que de palanca de desarrollo de la región. Por desgracia, ordenar por estas tierras significa maniatar.

‘Ordenancismo’

No estamos en una época de «exuberancia irracional de los mercados» (Alan Greenpan), sino del imperio de las Administraciones, con un ordenancismo máximo que paraliza las iniciativas y nos coloca a todos fuera de la ley porque es imposible cumplirla.

Nunca fui un entusiasta del proyecto del área metropolitana. Quizás hace 30 o 40 años hubiera dado sus frutos. Los sucesivos presidentes asturianos no se atrevieron a abordarla por miedo a la gobernanza del invento. Temían que el máximo representante del área central se convirtiera, de facto, en ‘presidente bis’ del Principado.

El resultado es que el espacio metropolitano se fue estructurando sobre la base de la suma de decisiones independientes y, muchas veces, contradictorias. A estas alturas el área central ya es una realidad, aunque imperfecta, con sus campus universitarios, polígonos industriales, modernos hospitales, estratégicos hipermercados y equipamientos culturales.

Le falta la pieza de un servicio de trenes de cercanías fluido y competitivo, pero todos sabemos que en Asturias no es fácil encajar esa pieza.

El proyecto del área metropolitana, tantas veces enterrado y resucitado, se ha convertido en un test sobre la clase política asturiana por la forma de abordar el problema, la capacidad de reflexionar sobre el espacio más compartido de la región y su manera de atisbar el futuro.

En el último intento que finalizó esta semana quedó claro que no se entendió nada, al dejarlo reducido, desde el principio, a una pugna de alcaldes. Habiendo fallado en lo fácil, vamos ahora a por lo más difícil: la planificación integral del territorio.

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por JUAN NEIRA

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