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Juan Neira

LARGO DE CAFE

LA EDUCACIÓN SOBRE PIES DE BARRO

La publicación del informe ‘Datos y Cifras del Sistema Universitario Español (2020-2021)’ ha dado a conocer que Asturias está a la cabeza en el número de estudiantes que dejan una carrera para empezar otra y en abandonar la Universidad sin alcanzar un título. Doble fracaso.

La Consejería de Educación y el Rectorado de la Universidad de Oviedo reaccionaron con celeridad y, tras reunirse, manifestaron que se deben mejorar los servicios de orientación. Es evidente que los universitarios necesitan una mayor orientación para no cambiar de carrera en el primer trimestre del primer curso.

La consejera, Lydia Espina, puso el acento en conocer la opinión del alumnado. En este momento no hay forma de saberlo. Si hubiera evaluaciones reales se podrían detectar síntomas que anticipan un futuro abandono académico.

Cada curso se dulcifican más los controles y se extiende la política del certificado de aptitud colectivo. No hay herramientas para prever el fracaso académico. No se puede orientar a un alumno sin saber su nivel de conocimientos.

El estudio de una carrera no se puede someter al test del ‘me gusta’, con el pulgar hacia arriba, porque a fulanito le pueden gustar mucho las minas, pero sin sólidos conocimientos de Matemáticas y Física mejor se olvida de estudiar Ingeniería de Minas.

Bachillerato

De la reunión entre la Consejería de Educación y el Rectorado se llegó a una conclusión clave: el abandono de los alumnos está relacionado con un déficit de formación en el Bachillerato. Veamos.

De entrada, me parece una conclusión frívola. Es lógico que los profesores universitarios, con el rector, Ignacio Villaverde, a la cabeza, se quejen del escaso bagaje de conocimientos con el que llegan los alumnos a la Universidad y digan, coloquialmente, «qué mal preparados vienen del Bachillerato».

Sin duda van mal preparados, pero quién nos dice que no empiezan el Bachillerato sin tener asimilados los contenidos más elementales de la ESO: por ejemplo, sin saber resolver un sistema de ecuaciones lineales.

Antes de culpar al profesorado de la ESO, preguntémonos si al acabar la Primaria consiguen dividir con decimales. ¿Y si todo el currículo de la Educación tuviese pies de barro?

Hará unos diez años, Vicente Peña, catedrático de Teoría e Historia de la Educación, una de las personas más competentes y cultas que hubo en Asturias en el campo de la Educación, me dijo que había ya un fracaso escolar oculto, embolsado, desde los primeros cursos de Primaria.

El problema es de una enorme envergadura. La consejera de Educación y su equipo pueden mirar para otro lado, como se están haciendo en la mayoría -¿todas?- de las comunidades autónomas, o abordarlo con todas sus consecuencias.

Pueden seguir poniendo entre las prioridades del curso escolar la temática de la coeducación, la cohabitación chico-chica en las aulas (asunto del que se discutía acaloradamente en el tardofranquismo, que diría Umbral) y dar formación al profesorado sobre tan delicada cuestión o rectificar el rumbo.

Estafa

Estamos dando por buena una estafa piramidal que con Ley Celaá y los decretos-ley que la desarrollan va a afectar a millones de seres inocentes.

La cadena de fraudes ya está engrasada. Se reducen y desvirtúan los contenidos de las asignaturas (luego veremos un ejemplo); se impone el aprobado general, porque «no se puede dejar a nadie atrás» (consigna de la pandemia); la repetición «es algo excepcional»; eliminaron los exámenes de recuperación de la ESO y se pasa de curso directamente; los títulos académicos los concede el equipo docente «valorando libremente si el alumno ha logrado los objetivos de la etapa». Los criterios que deben orientar la valoración de los equipos docentes son dos: si el alumno puede seguir con éxito el curso siguiente y si tienen expectativas favorables de recuperación.

Vamos con el ejemplo: programa de Historia en la ESO. Se supone que abarca desde la Prehistoria hasta nuestros días, pero el real decreto de enseñanzas mínimas no sigue ninguna cronología. Tampoco hay hechos históricos, sino un conjunto de epígrafes transversales (seis) propicios para debatir. Dos ejemplos: ‘La desigualdad social y la disputa por el poder’, ‘la familia, el linaje y la casta’.

El planteamiento es tan flexible que no se dice qué materia toca a cada curso. Todo eso queda en manos de las comunidades autónomas y los equipos docentes. Se prescinden de contenidos concretos y se fijan en las actitudes, porque el objetivo es facilitar «los índices de acceso y finalización de todos los niveles de educación». Traducido: aprobado general y que nadie quede atrás. El concepto ‘desarrollo sostenible’ invade el contenido de Historia en la ESO.

Principado

En los años 50 del pasado siglo, los grandes tratadistas del Derecho Administrativo español -García de Enterría, Garrido Falla, González Pérez- lograron inspirar o redactar leyes muy garantistas para los ciudadanos en una sociedad que carecía de libertades. No había Constitución democrática, pero se podían ejercer derechos.

Algo parecido hay que pedirles a Adrián Barbón y Lydia Espina. El Principado tiene que aprovechar el margen de decisión que les deja el Ministerio de Educación para cambiar radicalmente el currículo. No se puede estafar a los alumnos y condenarlos al paro por ignorancia supina.

¡Cómo no van a cambiar de carrera cada trimestre! ¡Cómo no van a abandonar la Universidad!

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por JUAN NEIRA

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