Arranca la negociación de los presupuestos del Principado. La liturgia es bien conocida. Una primera ronda del Gobierno con todos los grupos parlamentarios, excepto Vox. Una novedad de este mandato es la exclusión por razones de principios: en este caso Vox no cree en la España autonómica. A ver qué ocurre el día que un portavoz afirme que la Tierra no es redonda. Igual no le dejan entrar en la Cámara. Luego hay más rondas, pero estas tienen carácter secreto, porque no es conveniente que los asturianos reciban información detallada de lo que se trata. El resultado final depende de muchas variables. Los presupuestos de 2020 fueron aprobados por una carambola que terminó con la dimisión de una diputada de Ciudadanos. Pumares colaboró absteniéndose: ya entonces interpretaba el papel de Cirineo. Sin embargo, las cuentas de 2021, semejantes a las de 2020, fueron apoyadas por cinco partidos. Sólo el PP votó en contra y Vox se abstuvo. El precedente del pasado año juega a favor del Gobierno socialista. Además, va a haber fondos europeos y el gasto público anima los corazones de las personas de buena voluntad.
A todo lo anterior hay que añadir dos factores, uno en cada bando ideológico. Desde su aparición como fuerza parlamentaria, las trabas al entendimiento en la izquierda siempre las puso Podemos. Aunque hubo acuerdos con el PSOE, predominaron las desavenencias. El partido morado ha cambiado de discurso y estrategia. La lucha contra la corrupción, el argumento estrella con el que se estrenó Podemos en la Junta General del Principado, ha quedado en segundo plano. Con respecto al presupuesto, no buscan razones para discrepar, sino para acordar. En este giro han jugado dos factores, que en el fondo es el mismo, el Gobierno de coalición en España y el parecer de un sector de la militancia asturiana que quiere pactar con el PSOE. Las negociaciones del presupuesto se desarrollarán en paralelo con las votaciones electrónicas en la organización asturiana. Se discuten las cuentas regionales, mientras se dirime el liderazgo del grupo.
El otro cambio es en el PP. Lo ocurrido con el plan de vías de Gijón no se entiende sin formar parte de una estrategia más amplia. Se desentendieron del convenio que firmaron en 2019, junto con el resto de partidos, para apoyar el proyecto de la alcaldesa, Ana González, que carece de un simple estudio informativo. Cambiar de bando por nada es inexplicable. Bajo la fachada de las formas rotundas, el PP asturiano siempre alberga dudas.