La persecución de la dirección nacional del PP a Díaz Ayuso, para desactivarla políticamente, es el hecho más importante sucedido en la derecha española desde la aparición de los nuevos partidos (Ciudadanos, Vox). La respuesta de la presidenta madrileña y las posteriores réplicas de Egea y Casado han dejado al partido bajo mínimos ante los ojos de la sociedad. Es difícil encontrar un argumento racional para justificar la actuación de Casado hacia Ayuso, porque gracias a su victoria en las elecciones del pasado 4 de mayo en Madrid se puso el PP por delante del PSOE en las encuestas, tras estar tres años detrás de los socialistas y sufrir dos derrotas en elecciones generales. Solo las reiteradas zancadillas a la presidenta volvieron a colocar al PP por detrás en los sondeos de otoño. Entiendo que Casado tema perder el liderazgo del partido, pero cualquier político sólido en su lugar aprovecharía el tirón de Ayuso para llegar a la Moncloa, y una vez instalado en el poder se tiene mucho margen para gestionar la relación con los presidentes autonómicos del propio partido. Rajoy, que no es modelo para casi nada, demostró que una cosa era tratar con Esperanza Aguirre cuando estaba de líder opositor y otra muy distinta desde el poder.

Casado no pudo digerir el éxito en las urnas de Ayuso y su tirón popular y actuó con ella como hacen los partidos de la oposición con los gobiernos de distinto signo: investigar al líder, familia y amigos, en espera de encontrar un episodio, un dato, un hecho turbulento que manchara su figura. Desde la sede de Génova hizo, con la inestimable ayuda de su lugarteniente Egea, todo lo que no se debe hacer con un dirigente autonómico de su partido.

El 17 de febrero será una fecha negra en la historia del PP que marcará su trayectoria en los próximos años. No se puede pedir el voto para gobernar España cuando se reacciona de una forma tan visceral ante cualquier problema en la propia organización. Lo más patético de las declaraciones y explicaciones de Casado y Egea es que constituyen el mejor guion para las intervenciones parlamentarias de Más Madrid, PSOE y Podemos contra el Gobierno del PP en la Asamblea de Madrid. Se habla con frecuencia de la suerte de Pedro Sánchez. El último ejemplo estuvo en la votación de la reforma laboral, con el amigo de Egea metiendo la pata con la mano. Pues bien, ahora queda meridianamente claro que la verdadera suerte de Sánchez se llama Casado, que erosiona a la única dirigente del PP que le inquieta y deja al partido por los suelos.