La Junta Directiva Nacional del PP siguió el guion propuesto hasta que pidió la palabra Díaz Ayuso. Estaba previsto que el gran protagonista fuese Pablo Casado. La despedida del todavía presidente pasaba por dos discursos, uno ante el máximo órgano del partido y el otro en el congreso extraordinario de abril, que será el de su despedida. Casado se extendió sobre las cosas que tocaban: la unidad del partido y la importante misión de lograr la alternancia en el Gobierno de España. También se adjudicó el éxito de haber agrupado en unos pocos años el espacio de la centralidad y la moderación. El papel lo aguanta todo, pero en las dos elecciones generales en que Casado fue el candidato del PP para presidir el Gobierno de España se obtuvieron los peores resultados de la serie histórica del partido. En las elecciones autonómicas posteriores, salvo en Galicia y en Madrid, el partido que más creció en el centroderecha fue Vox. En los últimos tres años, más que agrupar el voto en torno a la centralidad, se dividieron los escaños del centro (Ciudadanos) entre PP y Vox. Aunque la intervención del presidente pretendía ser de guante blanco, no pudo dejar de dar su particular visión de la crisis del PP: «Lamento todo lo que haya hecho mal, y también siento la reacción que he tenido que sufrir, que es inédita y creo que no merezco». Lo inédito fue su solapamiento con el discurso de izquierdas contra Ayuso que forzó a todos los barones autonómicos a pedir la dimisión. El ataque a la lideresa madrileña llevó a miles de manifestantes a la sede de Génova para exigir su marcha.
La reunión iba por su cauce, pero Díaz Ayuso pidió la palabra y dejó una vez más muestra de su estilo directo, sin pasteleos ni falsos consensos, poniendo los puntos sobre las íes: «Ojalá se hubiera investigado con tanto detalle a Sánchez como a mí», «eso me lo esperaba de la izquierda, pero no de mi propio partido», «desde mi casa se ha hecho lo imposible por echarme de la política y por destruirme en lo personal», «la Comunidad de Madrid es clave para el PP y ahora se enfrenta a un desgaste insoportable». La presidenta madrileña pidió que todos los que organizaron la campaña contra ella fueran expulsados del PP.
Frente a la visión hipócrita de dar el relevo a Feijóo entre aplausos a Casado, se alzó el parlamento de Ayuso llamando a las cosas por su nombre. De poco valió el veto de Casado para que ella no estuviera en la reunión con los barones autonómicos. Seguro que en el congreso también expondrá su opinión sin temor al juicio ajeno.