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Juan Neira

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DOS OBJECIONES AL PLAN

La Comisión Europea mantiene el plan de reparto de fondos extraordinarios para que los países miembros de la UE reactiven sus economías tras la recesión provocada por las medidas tomadas para luchar contra la pandemia. España va a recibir 69.500 millones de euros a fondo perdido, que se pueden ampliar a 140.000 millones con préstamos. Esa montaña de dinero hay que invertirla y gastarla en el corto plazo. En la primera etapa a Asturias le llegarán 299 millones del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia, pero también contará con 263 millones del fondo para la Transición Justa. Si sumamos los recursos extraordinarios y los fondos europeos ordinarios, en los próximos cinco años recibiremos de media más de 200 millones anuales. Llegados a este punto surgen dos cuestiones.

La primera tiene que ver con la capacidad de la Administración autonómica para transformar la montaña de dinero bruto en proyectos ejecutados. Los precedentes no son buenos, porque cerca de la mitad de los fondos se pierde por incapacidad de gestión. Este hecho debería ser uno de los grandes temas de la legislatura, pero la clase política da una gran importancia a todo lo que se presupuesta, aunque ignora y olvida lo que se ejecuta. Pasa con los Presupuestos Generales del Estado y con las cuentas anuales del Principado, así como con los presupuestos municipales. Tal anomalía tiene una consecuencia perversa: el Gobierno presupuesta 100.000 euros para el vial de Jove, 100.000 para la ronda Norte de Oviedo y 100.000 para el acceso al puerto de Avilés. Las mismas cantidades se habían presupuestado el año anterior sin consumirse ni un euro. Tampoco se gastarán este año. Con los fondos europeos ocurre otro tanto, se discute sobre si son suficientes o escasos, sin embargo, no se contabiliza lo que no se transforma en riqueza.

El otro gran asunto es el plan de Bruselas ¿Con todo lo que está ocurriendo en el continente es creíble que sigamos con ese diseño de transición rápida hacia la neutralidad climática? Rusia va a dejar a media Europa con un déficit energético dramático y no creo que los gobiernos cometan la misma chaladura que Ángela Merkel en 2011, cuando tras el accidente nuclear de Fukushima decretó el cierre exprés de las centrales nucleares. La canciller alemana se basó en el carbón; el resto de Europa, con la excepción de Polonia, no va a poder prescindir del resto de combustibles fósiles y del recurso nuclear. Claro que habrá más energías renovables, pero ellas solas no cubrirán la demanda.

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por JUAN NEIRA

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