La clase política asturiana ya está orientada hacia lo que mejor sabe hacer: crear fondos de rescate, dotarlos y distribuirlos entre una larga lista de beneficiarios. A eso se dedicó, básicamente, durante los meses en que hubo restricciones económicas por culpa de la pandemia, y a eso se encamina ahora, cuando sube el precio de la energía y la inflación alcanza cotas desconocidas desde los años ochenta del pasado siglo. En cualquier crisis económica deben incrementarse las ayudas sociales porque en un país moderno no es de recibo que la gente pase hambre. Ahora bien, es preciso estudiar la situación, identificar el problema que se quiere atajar y tomar las medidas oportunas. No todo son fondos de rescate.
Al parecer, lo que preocupa a los grupos parlamentarios, patronal, sindicatos y cámaras de comercio es la inflación. Entiendo que quieren habilitar un fondo para luchar contra ella. Si ese es el objetivo lo prioritario es atacar la causa de la subida de precios, algo que pasa por reducir impuestos y peajes del sistema eléctrico y operar sobre el impuesto especial sobre los hidrocarburos (no entiendo cómo tenemos una carga fiscal sobre los hidrocarburos o la electricidad superior a la que soportan los bienes de lujo. En términos relativos es más liviano fiscalmente comprar un collar de piedras preciosas de un millón de euros que un litro de gasolina). Una vez atacada la raíz del mal, será momento de ayudar a las industrias, al transporte (también al taxi) o a los ganaderos. Constituir un fondo de rescate, sin actuar previamente sobre la energía, es una labor destinada al fracaso, ya que las administraciones no tienen posibilidad de rebajar un precio especulativo a niveles normales por la vía de las subvenciones.
Tenemos los fondos extraordinarios de la UE para hacer frente a esta emergencia sobrevenida. Son fondos diseñados para la ‘recuperación y resiliencia’, así que mejor destinarlos a proteger la actividad económica que a remodelar barrios o volver a pintar los ‘Cubos de la Memoria’. El Principado debe elegir entre jugar un papel testimonial o contribuir eficazmente a proteger la producción y el empleo. La diferencia entre ambas opciones pasa por utilizar los fondos europeos. Toca superar la fase de hacer cosas para quedar bien delante de la sociedad y empezar a aportar soluciones a los problemas. Hay que coordinarse con el Gobierno central y plantear una estrategia que tenga en cuenta el horizonte de la UE. No más gestos para la galería.