La visita de Isabel Díaz Ayuso a Asturias estuvo acompañada de la polémica. Su discurso en Gijón ante un grupo de empresarios fue contestado por el Gobierno socialista y la FSA. Ningún dirigente de la derecha causa más irritación a la izquierda. ¿Cuál es el motivo?
Díaz Ayuso, a diferencia de la mayoría de los dirigentes del PP, utiliza la ideología como munición de combate. No es una tecnócrata ni se encoge ante el discurso de la izquierda.
La derecha española ha dado por buena la superioridad moral de la izquierda. Le concedió la potestad de juzgar qué alianzas son democráticas (verbigracia con Bildu o ERC) y cuáles son espurias (Mañueco está condenado por unirse a Vox). La foto de Colón le costó a Pablo Casado el primer batacazo electoral; Sánchez o Bolaños pueden pactar con Bildu o Rufián cualquier ley y no pasa nada.
PECADO
La razón de este trato desigual procede del inicio de la democracia: el franquismo operó como el pecado original de la derecha. La izquierda, exiliada y perseguida, representaba la encarnación de la democracia. Alianza Popular era el neofranquismo.
Alfonso Guerra fue una figura clave en trazar el hilo conductor entre el franquismo y la derecha parlamentaria. En sus celebrados discursos Adolfo Suárez volvía a ser secretario general del Movimiento, con el yugo y las flechas de buen falangista.
Retirado Fraga, el argumentario del PP quedó en manos de Pedro Arriola, ejemplo de gurú genuinamente tecnócrata. Con ese discurso recuperó la derecha el poder en 1995. En el siglo XXI Rajoy no cambió de guión: sobra ideología, basta con economía.
Ayuso en Gijón, tras referirse a la situación económica de Asturias dijo, “del socialismo se sale”. La descalificación ideológica opera como una enmienda a la totalidad en el debate político. “Del socialismo se sale”, parece una frase dirigida para alentar a los cubanos. El argumento ideológico es el motor de la bajada de impuestos en la Comunidad de Madrid, pero el planteamiento de Ayuso va más allá de la cuestión fiscal y afecta a la línea invisible que divide en dos a las fuerzas políticas: el intervencionismo. El famoso marco regulatorio, con sus mil requisitos, que maniata a las empresas.
La presidenta madrileña llegó a decir que en España no sólo es difícil abrir una empresa, sino que también es complicado cerrarla. El modelo de gobierno de Ayuso es alternativo al de la izquierda, por eso concentra las críticas que sirvieron para convertirla en personaje. Tanto ataque la encumbró.
ATAQUES
En la etapa del confinamiento Iván Redondo extendió la leyenda de que estaba trastornada. Un golpe muy bajo. Luego llegaron las elecciones anticipadas en Madrid, con Sánchez y Pablo Iglesias empleándose a fondo. Convirtieron los comicios madrileños en un anticipo de las elecciones generales y les salió muy mal la jugada. Ayuso rozó la mayoría absoluta.
Hasta tal punto es la pieza a batir más codiciada por la izquierda, que en la crisis del PP, con Casado y Ayuso enfrentados, el PSOE y Podemos hicieron de ella el blanco preferente de sus dardos, pese a ser Casado el líder de la oposición al Gobierno de coalición. No les importaba que saliera reforzado Casado del enfrentamiento, si a cambio quedaba Ayuso fuera de juego.
La presidenta madrileña reúne otra cualidad muy incómoda para sus rivales. Acompaña la lucha ideológica con hechos. Hace cosas, resuelve problemas, no se limita solo a pronunciar discursos. Veamos.
La Comunidad de Madrid, con los tipos impositivos más bajos de España, recauda el 63% más que la media española. Le acusan de dumping fiscal (a ver cuándo alguien les explica lo que es dumping), pero los fondos de solidaridad del sistema de financiación autonómica se nutren en un 70% de recursos madrileños. Sin la contribución de Madrid la solidaridad entre comunidades autónomas quedaría en nada.
Ayuso contrapuso en Gijón los datos de Madrid y de Asturias. No es preciso detallar, porque ya sabemos que allí crece el PIB y la renta per cápita, mientras que aquí descienden. O que allí aumenta el empleo y aquí mengua. Que la población creció en Madrid en 500.000 personas, desde el año 2008, y Asturias perdió 60.000 habitantes en esos años. Para qué seguir.
HOSPITALES
En la comparación de datos económicos saldrían perdiendo todas las regiones con Madrid, no solo Asturias. Aunque es cierto que nuestra región no necesita de comparaciones para comprobar que tiene indicadores negativos. Madrid también tiene otra cara: gasta poco en servicios públicos. Desde 2003 a 2019, el gasto creció el 27% en Madrid, mientras que en Asturias aumentó el 46%.
Sobre esto incide la crítica de la izquierda. Por ejemplo, Gimena Llamedo dijo que “Asturias está a la cabeza en inversión pública por habitante en sanidad, Madrid está a la cola”. A principios del pasado mes de noviembre, un amigo mío gijonés, estando de visita en Madrid, sufrió un infarto. Quedó altamente satisfecho de la atención recibida en el hospital, donde fue ingresado.
Miré el Índice de Excelencia Hospitalaria 2021 (IEH 2021). De las doce especialidades médicas, en nueve el mejor hospital de España se encuentra en Madrid. En seis de ellas, el segundo mejor hospital es también madrileño. Analizados globalmente, los tres mejores hospitales de España están en Madrid.
Ayuso gasta poco, pero a juzgar por los resultados lidera la clasificación de eficiencia en el gasto sanitario.