Adrián Barbón ha realizado una declaración institucional con motivo de los cuarenta años de la toma de posesión de Rafael Fernández como primer presidente del Principado. El pasado mes de diciembre Barbón también se empeñó en que no pasara desapercibido el cuarenta aniversario del Estatuto de Autonomía. Hasta ahora no formaba parte de la costumbre la celebración de los principales hitos de nuestra región como comunidad autónoma. Los países avanzados tienen sensibilidad institucional. No hay democracia sin instituciones. No cabe relativizar su importancia: son sagradas. No son solo una garantía para los ciudadanos, sino que constituyen una condición necesaria para que funcione la economía. Ningún inversor se fía de un país donde se altera el marco legal a conveniencia del poder.
Al principio, las instituciones autonómicas no gozaron de predicamento ciudadano. El diminutivo de ‘gobiernín’ lo decía todo. Un territorio que se siente muy español y con una larga dependencia del Estado no tenía entre sus prioridades el autogobierno. Por abajo, el fuerte sentido localista cuarteaba -y cuartea- el territorio. Siempre participó más gente en las elecciones generales que en las autonómicas y la figura política que genera más debate es la del alcalde. El rodaje autonómico, con el traspaso de competencias, hizo que la dimensión autonómica fuera cobrando importancia.
El presidente del Principado señaló que Rafael Fernández había sido «un símbolo de la reconciliación». Así es. Pese a ello, es el presidente asturiano menos conocido. Por varias razones. Dejó de ser presidente en 1983. Solo estuvo un año en el cargo. Su tiempo queda ya muy lejos. A ello hay que añadir que no se presentó a ningunas elecciones autonómicas, porque llegó al poder a través del entramado de la preautonomía, cuando diputados nacionales y senadores hacían de representantes preautonómicos y existía todavía la Diputación provincial. En definitiva, no tenía la fuerza ni la legitimidad democrática de los presidentes elegidos en una sesión de investidura parlamentaria. La mayor parte de los asturianos ignora su legado. Sería interesante que el ceremonial de los hitos autonómicos conllevase la obligación moral de imitarlos. Ejemplo: si el Estatuto de Autonomía se aprobó de una manera, cuando se reforme que sea con el mismo formato de amplio consenso. En cuanto a la figura de Rafael Fernández, es tan antitética a la actual clase política, que merece un comentario más amplio. Prometido.