En el milenario Monasterio de Cornellana se presentó la agrupación de electores SOS Occidente. Para formar una agrupación electoral o un partido político se necesita una labor previa de concienciación que dé paso a la maduración de un proyecto político. En este caso, los problemas acuciantes del campo, los argayos que incomunican durante meses amplias zonas del Occidente, el cierre de industrias o de activos energéticos y una sensación difusa de ser el patito feo de la región, están, sin duda, en la base de la creación de la nueva sigla política.
SOS Occidente se inscribe dentro de la tendencia de moda en España, que pasa por la creación de agrupaciones de electores en defensa de territorios. El ejemplo que está en la cabeza de todos es Teruel Existe. Con 19.696 votos, obtuvo un escaño en el Congreso de los Diputados, obligando al Gobierno a negociar con ellos los presupuestos, así como otras leyes e iniciativas parlamentarias. La problemática de Teruel nunca estuvo tan presente en la política española ni tuvo un protagonismo tan claro en las cuentas del Estado. A escala regional SOS Occidente puede llegar a jugar el mismo papel. Un diputado en la circunscripción occidental alteraría los equilibrios parlamentarios y pondría las prioridades de ese territorio en la agenda del Gobierno de turno. Solo los gobiernos que descansan sobre mayorías absolutas están blindados ante reivindicaciones territoriales o sectoriales.
El éxito de las nuevas plataformas electorales responde al déficit de representación de los partidos tradicionales. La percepción que tienen los ciudadanos de no sentirse atendidos desde las instituciones. Consideran que nadie defiende sus intereses. Este es un asunto que desborda los límites de Asturias y de España y está en la raíz de la crisis de los sistemas parlamentarios. Aunque el problema tiene muchas derivadas, lo primero que deben plantearse los partidos clásicos es rebajar la dependencia de los aparatos centrales. Si un argayo corta una vía de importancia para las comunicaciones del lugar, la postura del Gobierno autonómico o del Ayuntamiento no puede ser salvar la cara al Ministerio de Transportes dando por buenas las explicaciones técnicas y tiempo de ejecución de la obra. La gente intuye que si ese argayo ocurriese en las cercanías de Barcelona el plazo para dejar la vía expedita al tráfico sería otro. Las plataformas electorales que nacen aquí, allá y acullá tienen un elemento común: la sensación de agravio.