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Juan Neira

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EL GRAN TEST ANDALUZ

Las elecciones andaluzas, como las de todas las comunidades autónomas que tienen calendario electoral propio, tienen una lectura nacional. Sus resultados se interpretan como un anticipo de lo que va a ocurrir en las próximas elecciones generales.

Hasta tal punto es así que el debate político a escala nacional está totalmente condicionado por lo que ocurre en las sucesivas convocatorias regionales.

Desde las últimas elecciones generales (10 noviembre 2019) ha habido comicios en cinco comunidades autónomas (Galicia, País Vasco, Cataluña, Madrid, Castilla y León). Si se exceptúa Cataluña, gracias al papel jugado por Salvador Illa como referente en la lucha contra la pandemia, el PSOE sacó malos resultados.

El PP inició la recuperación nacional gracias al triunfo de Ayuso en Madrid. A su favor también cuenta la victoria en Castilla y León y la mayoría absoluta de Feijóo en Galicia. La cruz de la moneda estuvo en el desastroso resultado en Cataluña y la dura derrota en el País Vasco. No obstante, los resultados de estas dos comunidades, dado el gran peso del nacionalismo, son mucho más difíciles de extrapolar al resto de España.

Andalucía, por ser el territorio más poblado, es el gran test de la política española. En ella se conocieron novedades que luego tuvieron replica a escala más amplia. Hace cuatro años, Vox debutó como partido parlamentario con 12 diputados. Fue una sorpresa mayúscula. En el año 2015, Ciudadanos logró nueve escaños que no estaban previstos porque le disputaba UPyD el espacio del centro.

En las últimas elecciones andaluzas (2 de diciembre 2018) cristalizó definitivamente el antagonismo de bloques. La división ya venía arrastrándose desde 2015, pero entonces todavía hubo un intento de investidura presidencial, sobre la base del acuerdo PSOE-Ciudadanos, que fue derrotado con los votos del PP y Podemos. A partir de 2018, ninguno de los líderes nacionales intentó una alianza con otra fuerza que no fuera de su espectro ideológico.

Certezas

Los sondeos daban en 2012 un triunfo concluyente a Javier Arenas, pero fue menos gente a votar y se quedó en la oposición, pese a ganar las elecciones. La ratificación de las encuestas depende de hechos tan casuales como las ganas que tenga la gente de ir a la playa.

No obstante, si centro-derecha no logra la mayoría absoluta o el PP no gana las elecciones estaríamos ante una sorpresa rotunda. A estas alturas un resultado distinto tendría consecuencias deletéreas para los partidos del centro-derecha.

La hipotética victoria de ese espacio ideológico no aclara, por sí misma, la gobernabilidad de Andalucía. Ningún sondeo concede la mayoría absoluta al PP. Moreno Bonilla aspira a una mayoría suficiente, entendiendo por tal sacar más votos que las tres opciones de izquierda juntas (PSOE, Por Andalucía, Adelante Andalucía).

Derecha

Vox quiere repetir el acuerdo de Castilla y León: votos a favor del candidato del PP a cambio de la vicepresidencia y consejerías. Moreno Bonilla ofrece la presidencia del Parlamento.

Un personaje tan mediático como Macarena Olona, en la vicepresidencia del Gobierno andaluz, plantearía problemas de cohabitación a Moreno Bonilla. A ello hay que sumar el coste de la rectificación: «gobernaremos solos».

En esta cuestión el discurso del candidato andaluz está mediatizado por las necesidades de la estrategia nacional de Feijóo. No es justo.

Es mucho más difícil para la derecha sacar mayoría absoluta en Andalucía que en Galicia. Los mismos triunfos que Feijóo los tuvo antes Fraga Iribarne.

Sin embargo, en Andalucía gobierna por primera vez la derecha en la democracia. La obligación de gobernar solo en un mapa político atomizado es una exigencia artificial. ¿Por qué los socialistas pueden gobernar con Bildu y ERC y la derecha no puede hacerlo con Vox?

Izquierda

Dentro del campo de la izquierda radical también habría llegado el momento del ajuste de cuentas, entre los seguidores de Yolanda Díaz (IU y quizás Más País) y Podemos. Se podrá argüir que eso ocurrirá en cualquier caso, pero el choque será más virulento si va precedido por la derrota en las urnas.

Con carácter general es muy duro para los partidos que componen un gobierno sufrir derrotas repetidas en las urnas. Cada revés autonómico se convierte en una desautorización nacional.

La coyuntura económica influye en las urnas. La carestía de la gasolina hace un daño que no compensan los fondos europeos. Por no hablar del agravio en que se ha convertido el carro de la compra.

Del recuento de esta noche se sabrá si Ciudadanos es un partido vivo o un mero zombi que deambula por la escena política hasta las próximas elecciones generales. Inés Arrimadas parece inasequible al desaliento, pero hacer política sin diputados es tan irreal como hacer la guerra sin soldados.

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por JUAN NEIRA

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