El tiempo corre y aumenta el dramatismo del caso Haidar. El secuestro de los tres cooperantes y la protesta de la activista saharaui muestran la impotencia del Gobierno para resolver problemas que no tienen interlocutores válidos. Marruecos disfruta viendo a España en dificultades y una persona en huelga de hambre no es el aliado ideal para resolver un conflicto internacional. Desde que estalló la crisis del Alakrana, cada español se ha convertido en ministro de Asuntos Exteriores. Los ciudadanos se consideran más capacitados que Moratinos para resolver los problemas. Desde distinguidos premios Nobel (Günter Grass, Darío Fo, José Saramago), hasta líderes sindicales (Ignacio Fernández Toxo y Cándido Méndez), pasando por el clan de la ceja (Aitana, Pedro, Penélope, Sabina) para llegar al coordinador general de IU (Cayo Lara), solicitan al Rey que haga gestiones con el monarca alauí para devolver a Aminatu Haidar a El Aaiún. El jefe del Estado muestra disponibilidad, pero recuerda que la competencia es del Gobierno.

La Unión Europea pide a Marruecos que cumpla con sus obligaciones internacionales en derechos humanos y coopere con nuestro país para encontrar una salida. La UE considera que es un problema bilateral. Una vez más comprobamos que nuestros socios europeos evitan asumir compromisos con España que puedan ser lesivos para Marruecos.

No estamos en presencia de un conflicto convencional. Lo dicen muy bien los distinguidos personajes que piden la intervención del Rey, al decir que “las vías diplomáticas usuales no van a salvar la vida de Aminatu”. En efecto, hay que recurrir a políticas que no están en los protocolos. El Ejecutivo erró al recibir a la activista saharaui en Lanzarote. No vale lamentarse, es un hecho irreversible. A partir de aquí, hay que ser lúcidos, es difícil hacer frente a dos estrategias de presión a la vez: la que ejerce Marruecos y la inherente a toda huelga de hambre. Si se evita la actuación autodestructiva de Haidar, la estrategia de Marruecos queda desbaratada, porque no se puede mantener una actuación contraria a los derechos humanos de forma prolongada ante toda la comunidad internacional. El Gobierno sale del atolladero si logra ganar tiempo. ¿Y cómo se mantiene con vida a Haidar? Eso lo saben hacer mucho mejor, Zapatero, Sarkozy o Merkel, que Saramago, Grass o Fo.