Nada más saltar al terreno de juego para disputar la precampaña, el candidato Diego Canga acaba de comprobar que Asturias no es Bruselas. Aquí se juega fuerte y en caso de que pase el balón, se somete a placaje al jugador. El candidato del PP no quiso valorar las actividades privadas de Cascos (negocios de arte, alquileres de inmuebles), publicadas por ‘Abc’, y la FSA sacó conclusiones. Adrián Barbón le pidió «tolerancia cero» con la corrupción y Gimena Llamedo le emplazó a «garantizar la máxima ejemplaridad» y le acusó de «ser cómplice del vergonzoso silencio de su partido (PP)». Para completar la operación, Barbón alabó la decisión de Foro de denunciar a Cascos. Resumen: los negocios de Cascos se meten en la mochila de Canga y, de paso, se hace una pinza con Foro contra el principal partido de la oposición. A partir del rifirrafe tendrá que emplear el candidato más energía de la que había previsto para zanjar malos entendidos.
La pinza con Foro tiene otra dimensión. Canga hizo dos afirmaciones sencillas de compartir: «Al centro derecha le conviene estar unido», «el PSOE está encantado con esta división». Si la derecha se vuelve a presentar con cuatro marcas electorales es prácticamente imposible que gane a la izquierda. Como la competición electoral -como todas las competiciones- está basada en un juego de antagonismos, lo que es malo para la derecha es bueno para el PSOE, partido por antonomasia de la izquierda. Los socialistas llevan muchos años haciendo política en Asturias y saben pasar del argumento teórico a la práctica. Desde ahora hasta las elecciones, van a tratar con mucha delicadeza a los pequeños partidos del centro derecha, con el propósito de alejarlos del PP. Es fundamental que no caigan en su órbita. Esa estrategia también tiene sentido a largo plazo para tratar de que un hipotético Gobierno socialista no dependa exclusivamente de los tradicionales aliados de la izquierda. Ejemplo: el actual mandato.
El PP no tiene un margen de maniobra tan amplio. Su único campo de crecimiento son los pequeños partidos con los que comparte ideología (habría que hacer matizaciones, porque el nacionalismo, o el regionalismo radical, son refractarios al liberalismo), bien formando una alianza electoral o, durante la legislatura, siendo socios parlamentarios. No lo tiene fácil Canga. Apenas tomó la palabra, quedó pinzado entre el PSOE y la crítica de sus supuestos aliados, que lo acusan de menosprecio. El PP siempre estuvo solo en la batalla autonómica.