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Juan Neira

LARGO DE CAFE

JUGAR CON FUEGO

El Ministerio de Transportes ha procedido a los primeros ceses por el escándalo de los trenes que no cabían en los túneles. El jefe de inspección de Adif y el gerente de material de Renfe se van para su casa. El pasado sábado, la ministra Raquel Sánchez ya había anticipado que habría ceses inmediatos en Adif y Renfe, como así ha sido. Es importante señalar que, a efectos internos del ministerio, sus dos principales entes empresariales quedan empatados en culpas. Si hay más ceses también serán a pares. La medida tomada con carácter de urgencia tiene la apariencia de ser el torniquete con el que se quiere contener la hemorragia del descrédito que afecta a todo el Ministerio de Transportes. No solo se actuó con desidia y frivolidad desde los entes empresariales, sino que la propia cúpula del ministerio incurrió en ‘in vigilando’ al fallar en tareas mínimas de supervisión que son indelegables.

El escándalo que salió a la superficie en la edición de EL COMERCIO del 24 enero ha alcanzado ya dimensiones nacionales. No hay tertulia de televisión o radio que no debata sobre el asunto. Nadie encuentra explicación para un proceder tan torpe, quizá porque se desconozcan los métodos de trabajo de los entes concernidos. Baste como ejemplo que al constatar el fiasco barajaron la idea de ampliar los túneles para que pudieran pasar los trenes. El asunto entra de lleno en la agenda política de la actualidad, incluyendo declaraciones de los líderes políticos, así que la respuesta del Gobierno tiene que estar a la altura del impacto causado en la ciudadanía.

El cese del jefe de inspección de Adif y del gerente de material de Renfe no permite hacer borrón y cuenta nueva. Son dos cargos que solo alcanzarán algún relieve social al ser despedidos. Aquí lo que ha salido a la superficie no es solo una manera frívola de proceder, sino que en 2021 se hizo un pedido de 200 millones de euros, fundamental para cubrir los servicios de las redes de Cercanías de dos comunidades autónomas, y en 2023, por encima de esos dos señores, nadie sabe de su existencia. Ni las direcciones de Adif y Renfe ni la cúpula del ministerio eran conocedores de la rocambolesca aventura recorrida por el encargo. Se falló al ejecutar y se falló al controlar. La imagen que proyecta este asunto es la de un ministerio ajeno al cumplimiento de los planes, con unos entes empresariales, que de él dependen, dotados de una autonomía ilimitada que les permite gestionar a su manera. La ministra debe depurar el organigrama. O juega con fuego.

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por JUAN NEIRA

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