Javier Fernández ha tomado una decisión sobre la candidatura socialista al Principado en las próximas elecciones, habiendo notificado a la Ejecutiva federal su voluntad. De los líderes políticos siempre se dice que trabajan con un horizonte temporal reducido, mientras que la economía, la educación o la sanidad necesitan estrategias a medio o largo plazo. No se suele destacar, sin embargo, que no hay dirigente político sin plan, aunque todos ellos estén circunscritos al corto plazo. Zapatero dice que no tomó una decisión sobre el futuro, Javier Fernández no hace pública su decisión y el presidente Areces tiene declarado alguna vez, con faz sonriente, que sus planes eran el secreto mejor guardado de Europa. Tres formas de responder para atenerse a la ortodoxia socialista: la hoja de ruta la marcan los órganos del partido, diciendo cuándo toca hablar de candidaturas y cuándo está vedada la discusión.

Al PSOE hay que reconocerle que es una organización seria, entendiendo por ello un partido que no cambia de parecer cada semana y capaz de amortiguar las tensiones internas de forma que no afloren hacia el exterior en forma de crisis de partido. Los socialistas son muy libres de actuar según sus códigos internos: fijar plazos, guardar silencio y poner cara de póquer en las ruedas de prensa. Ahora bien, la sociedad también tiene sus preocupaciones y ganas de saber, que no coinciden en el tiempo con el calendario del aparato socialista. El PSOE gobierna en España y Asturias, y de un partido de gobierno la gente quiere tener más información que de un grupo opositor. Los socialistas están en su derecho de ser herméticos, pero por esa vía no van a resolver los interrogantes de la sociedad. Las preguntas sin respuesta están condenadas a repetirse.

Los últimos diez años del Partido Socialista en Asturias han sido los más estables de la etapa autonómica, con un fuerte liderazgo interno (Javier Fernández) en sintonía con el liderazgo institucional (Álvarez Areces). Un modelo único en las 17 comunidades autónomas. Alargar la decisión oficial sobre la cabeza de la candidatura autonómica conlleva una dificultad añadida: resolver los retos del Gobierno, como el pavoroso desempleo o la polémica sobre la incineradora, sin que se traduzca en problemas o disensiones internas. La sociedad quiere saber y los socialistas sienten la presión.