El líder del PP asturiano, Diego Canga, anunció que no se va a presentar como candidato en la sesión de investidura a la Presidencia del Principado. Señala que su decisión es un acto de responsabilidad y la vincula con los intereses generales de la región. Canga rectifica cuarenta días después de haber dicho que competiría con Barbón por el apoyo de la Cámara. Afirma, ahora, que «la nueva aritmética parlamentaria de la Junta General del Principado impide que el Partido Popular tenga los números necesarios para optar con éxito a la Presidencia de Asturias». Cierto, pero esa realidad ya la conocía (todos la conocíamos) cuando anunció su candidatura. No sucedió ningún hecho nuevo. Con la perspectiva que dan las semanas transcurridas, hay que calificar de precipitado su anuncio de presentarse como voluntario para un objetivo que no estaba al alcance del PP. Como en política no hay ningún hecho intranscendente, ya le recordarán a lo largo de la legislatura ese ímpetu inicial que desdeñaba la aritmética.
En su comparecencia pública, el líder del PP afirmó que «el PSOE tiene ahora en su mano la alternativa viable de no necesitar a IU para asegurar la elección de Barbón». Vamos a ver si nos aclaramos. Si sólo hay un candidato, como todo indica que va a ocurrir tras la rectificación de Canga, Barbón sale elegido presidente sin necesidad de aliados. Tenemos un modelo de investidura tan original (no se pude votar ‘no’ al candidato), aprobado en la primera legislatura autonómica, que con un solo voto a favor Barbón será presidente en la segunda votación (en la primera se pide mayoría absoluta). Un solo diputado, de los 45 que forman el Parlamento, puede hacer presidente al candidato socialista, porque el resto no tendría otra salida que la abstención en caso de discrepar del candidato. Estas son las reglas del juego desde julio de 1984, en que se aprobó la ley que regula la investidura en el Principado.
Otra cosa es que el PP se ofrezca como aliado del Gobierno socialista para la gobernabilidad de la región. A mi entender, eso es lo que tenía que haber hecho el equipo de Canga al día siguiente de las elecciones. Primero porque los números salen (36 escaños de 45) y segundo, y más importante aún, porque de esa forma empezaría el PP a proponer una alternativa real a una mayoría parlamentaria de izquierdas. De esa manera podría ganarse la simpatía de capas de la sociedad a las que no llega, tras años de política partidista y maniquea. A diez días de la sesión de investidura no es muy creíble.