Feijóo intervino en un mitin en Oviedo cuando se cruza el ecuador de la campaña electoral y las encuestas le dan como ganador de los comicios, con la excepción del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de Félix Tezanos que señala al PSOE como vencedor. En su intervención hizo alusión a dos problemas que afectan a Asturias y están sin resolver. El primero es el coste de la electricidad para las industrias electrointensivas (consumen mucha energía). Durante años, empresas como Arcelor, Asturiana de Zinc o Alcoa (también las cementeras, químicas o papeleras) se quejaron de estar en inferioridad con respecto a las industrias de otros países europeos, por el precio que tenían que pagar por el suministro eléctrico. El Gobierno prometió que idearía un sistema para compensar a las industrias del sobrecoste eléctrico y llegó la gran decepción cuando aprobó el Estatuto de los Consumidores Electrointensivos, donde se reparten ayudas entre más de 600 industrias, recibiendo la mayoría de las subvenciones factorías que no son electrointensivas (para entendernos, consumen en torno a 1.500 veces menos energía que las industrias asturianas citadas más arriba). La explicación de tan desafortunado Estatuto está en la aversión de la vicepresidenta, Teresa Ribera, a las chimeneas. El Gobierno bonifica el 85% de la factura de industrias que son poco contaminantes, mientras evita dedicar el grueso de la subvención (90 millones de euros) a las industrias que más lo necesitan porque padecen la competencia de industrias alemanas y francesas, cuyo coste del megavatio-hora es 20 euros más bajo. Feijóo conoce perfectamente esta problemática, porque peleó por los intereses de la producción del aluminio gallego, sin encontrar la comprensión de la vicepresidenta que sufría viendo la gran chimenea de la central térmica de As Pontes (la segunda más alta de Europa), principal suministradora de Alcoa. Conclusión: Feijóo debe modificar el Estatuto.
También se comprometió a sacar al lobo del listado de especies especialmente protegidas, porque con el estatus actual, el cánido es intocable y el ganado sufre más bajas que nunca: el pasado año, más de 5.000 sólo en Castilla y León. Otra vez nos hemos topado con Ribera. No se puede gestionar desde el fundamentalismo la energía, la industria o la ganadería. Como dijo Feijóo en Oviedo, «el Gobierno que hemos padecido es muy distinto de los anteriores». No sólo de los del PP, también de los del PSOE. Toca recuperar el sentido común.