Núñez Feijóo se deshace en elogios sobre Álvarez-Cascos, al que considera un excelente político y un buen gobernante, así como un gran defensor de los intereses asturianos en toda España. El presidente de la Xunta manifiesta que la candidatura del ex ministro de Fomento al Principado está en manos del propio Álvarez-Cascos y de la dirección asturiana del PP.
Da la risa observar el comedimiento de los políticos hablando de candidatos. Los socialistas, que son más disciplinados, no se permiten el menor traspié, no vaya a ser que por culpa de las prisas salga borrosa la foto en el pasquín electoral. Al escribir estas últimas palabras no hago otra cosa que evocar la legendaria frase del otrora todopoderoso Alfonso Guerra: “el que se mueve no sale en la foto”. Los populares tienen más cultura de individuo que de grupo y gozan de un mayor margen para permitirse licencias, pero al hablar de candidatos se pierden en circunloquios, como le ocurrió a Núñez Feijóo (“excelente político, buen gobernante”). Un rodeo para no decir quién debe ser el candidato.
Esta regla general tiene una notable y destacada excepción en la persona de Esperanza Aguirre, que convierte sus pensamientos en discurso, en un ejercicio admirable de libertad personal, que le granjea muchos enemigos, pero que explica el hueco que se abre en la política española donde todo el mundo dice lo mismo. La presidenta madrileña propone un gobierno de coalición, PSOE-PP, cuando otros dirigentes del PP titubean si se salen del guión de críticas y chanzas sobre el Gobierno de Zapatero.
Esperanza Aguirre ha dicho que para Asturias, para el PP y para España sería una magnífica noticia la vuelta de Álvarez-Cascos a la política, y que lograría con facilidad la presidencia del Principado. Puede equivocarse la presidenta madrileña, pero no cabe duda de que habla sin pelos en la lengua, sin sentirse amordazada por los plazos burocráticos puestos por la dirección del partido para elegir candidatos, y sin perderse en laberintos estatutarios sobre la capacidad de decisión de la dirección regional del PP. Como es una política de raza, aprovecha la dimensión asturiana de Álvarez-Cascos para lanzar un mensaje a toda la organización: con la vuelta de Cascos gana el PP nacional. Esa forma directa de hacer política es mucho más eficaz que la suma de silencios y obviedades.