El auto del Tribunal Constitucional (TC) ratificando la constitucionalidad de la Ley de Uso y Promoción del Asturiano ha sido recibido con júbilo por los colectivos que apoyan con más entusiasmo la utilización de la llingua. Por su parte, el Principado dice que el fallo del TC no aporta nada nuevo, porque la Administración autonómica responde a todos los ciudadanos que se dirigen a ella en bable. Puede que esa sea ahora la norma de funcionamiento, pero cuando el funcionario Xurde Blanco redactó una petición en asturiano, la Administración interpretó el escrito como no recibido.
La reacción de los grupos que impulsan la llingua era de esperar porque siempre vieron en la Ley de Uso y Promoción del Asturiano una etapa intermedia hasta conseguir el objetivo deseado: la oficialidad de la llingua, en plena igualdad con el castellano. El auto del TC no abre ninguna puerta para demandar la oficialidad, pero supone un espaldarazo para normalizar el uso del asturiano, lo que aprovechan los sectores militantes del asturianismo para agitar su principal reivindicación.
No hay ninguna fórmula exacta para decidir cuándo una lengua debe ser oficial en un territorio. La decisión queda en manos de los partidos más votados y de la sociedad que los respalda. Si en Asturias hubiera una mayoría social deseosa de escuchar la radio y la televisión en asturiano, de leer periódicos escritos en bable y de ver cine doblado en asturiano, la oficialidad sería un hecho. Bien es cierto que en algunas regiones de España se viven situaciones especialmente perversas, porque siendo el castellano la lengua mayoritaria en las familias y la utilizada por los medios de comunicación independientes, se han promovido normas coercitivas que otorgan a la lengua vernácula el monopolio de la comunicación en la escuela, la universidad, la televisión y la radio pública. En esos territorios, a la pretensión de los grupos nacionalistas se han plegado alguno o algunos de los grandes partidos de ámbito estatal.
En Asturias no hay visos de seguir por esa senda. El PSOE y el PP son partidos muy asturianos y profundamente españoles. Los principales líderes políticos (Álvarez Areces, Javier Fernández, Ovidio Sánchez) no han realizado concesiones demagógicas hacia las minorías, y siempre han sido muy prudentes para no herir la identidad colectiva.