Unas modestas movilizaciones, encabezadas por la Junta de Personal Docente no Universitario, que incluyeron un encierro, han agitado las aguas estancas de la educación asturiana. En épocas pasadas, para ocupar un espacio semejante en la escena pública hacía falta estar en huelga varios días. Entonces era habitual la convocatoria de paros, en el presente es una excepción.
Por cierto, hablando de huelgas en el sector público, el otro día salió el dato del primer semestre en España, siendo el País Vasco la región que encabeza la conflictividad, concentrando el 60% de las huelgas habidas en todo el territorio nacional. Es curioso que en la región donde hay mejores sueldos (en el sector público son muy elevados) las relaciones entre Administración y funcionarios estén tan deterioradas.
Volvamos a lo nuestro. En la educación asturiana no ocurre nada. Pasan las legislaturas sin que haya novedades relevantes. En el Parlamento sólo se discute sobre incidentes puntuales (bajas de profesores, rutas de autobuses mejorables, defectos del catering, etcétera). La educación es otra cosa. Tengo la intuición de que en el Consejo de Gobierno de educación se habla poco o nada. Es asombroso que mientras el Ministerio de Educación impulsa el cambio más radical en el modelo educativo de las últimas décadas, los agentes de la educación no muestren preocupación al respecto ni se sientan en la obligación de formular alguna crítica. La movilización sindical de estos días podría ser la ocasión para abrir un debate que está hibernado.
Siguiendo la información publicada en estas páginas se pueden identificar cuatro reivindicaciones que irán pasado mañana martes a la primera reunión de la mesa de negociación entre la Consejería de Educación y los cinco sindicatos que representan a los docentes: reducción del número de alumnos por aula (de 25 a 23) en primer curso de Primaria, para extenderse, posteriormente, a todos los niveles, concesión de días de libre disposición remunerados para el profesorado (como el resto de funcionarios), menor carga lectiva para los mayores de 55 años y reducción de dos horas de clase para los maestros de Primaria (de 25 a 23).
De las cuatro medidas, hay una que destaca sobre las demás, la reducción del número de alumnos por aula. Es la forma más directa de apostar por la mejora de la educación y por integrar a los distintos tipos de alumnado en el aula. La Consejería de Educación no había hecho nunca un guiño en esa dirección, pese al descenso de la población escolar. Sin embargo, ahora, asume por anticipado las demandas del profesorado. Estamos de enhorabuena. Soy consciente de que formar grupos menos numerosos supone realizar más contratos, pero rebajar aún más la ratio sería sumamente rentable en términos de aprendizaje.
Los otros tres puntos son más de consumo interno. No tienen una influencia tan grande en la educación, aunque tampoco son desdeñables.
A lo que iba. Me llama poderosamente la atención que los negociadores y sus organizaciones guarden silencio ante una reforma educativa que pone el acento en cuestiones ajenas a la transmisión del conocimiento -primer fin de la escuela- y degrada el trabajo que se hace en ella, sustituyendo el aprendizaje de la ciencia y las letras por actividades lúdicas, cuando no directamente extravagantes. A los representantes del profesorado les toca entrar también en estas cuestiones.
Tengo delante de mí los objetivos institucionales de la circular de inicio del curso del Principado. Es decir, las metas hacia las que han de dirigir sus esfuerzos los profesores.
Primer objetivo: ‘Colaborar en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, como parte de la Agenda 2030’. Creí que estaba leyendo el material de trabajo de una oenegé. ¿La Agenda 2030 tiene que formar parte de la agenda del maestro, como material directo de trabajo? ¿La Agenda 2030 es la guía del curso? ¿Es interesante que el maestro sea un adiestrador de conciencias?
Segundo objetivo: ‘Contribuir a la promoción del bienestar emocional del alumnado’. ¿Los profesores van a gestionar el bienestar emocional o deben ser los servicios sanitarios y sociales, que para eso tienen personal especializado?
Tercer objetivo: ‘Fomentar una educación inclusiva’. El Principado lleva décadas incluyendo a los excluidos. ¿Cuándo se dejó de fomentar? Supongo que es un objetivo del pasado año, que lo repiten por equivocación.
Cuarto objetivo: ‘Favorecer una convivencia positiva en los centros, habilitando espacios de encuentro’. La convivencia positiva hay que favorecerla en todos los sitios, desde el Parlamento hasta el ascensor. En el caso del colegio hay que lograr ese clima en el aula. ¿Qué es eso de ‘espacios de encuentro’?
Quinto objetivo: ‘Promover la coeducación en el sistema educativo asturiano’. No hay que promover la coeducación porque ya está implantada hasta en los sitios más remotos.
No hay nada que decir relativo a la educación. Ninguna directriz sobre programas, materias, evaluaciones, etcétera. Todo va bien. Los asuntos a mejorar son la coeducación, la convivencia positiva, la inclusión, el bienestar emocional y la Agenda 2030. Con eso quedan formados los alumnos y triunfarán en el mercado de trabajo.
Si se toman en serio los objetivos hay que mandar a casa a los profesores y sustituirlos por una mezcla de catequistas, psicólogos, curanderos y embaucadores.