La jura de la Constitución por parte de la Princesa de Asturias se produjo en un ambiente tenso provocado por el pacto de Pedro Sánchez con Puigdemont, con la amnistía como materia clave para que el presidente en funciones siga gobernando. Quizás por ello la ceremonia que selló el compromiso de doña Leonor con nuestra Carta Magna no haya estado precedido de un suficiente respaldo por las fuerzas constitucionalistas, pero han bastado dos actos -el desfile militar del 12 octubre, en Madrid, y la entrega de los Premios Princesa de Asturias, en Oviedo- con claro protagonismo de la Heredera de la Corona, para que la sociedad, sin intermediación de las instituciones, se haya volcado a favor de doña Leonor. Si se hiciera una encuesta quedaría reflejado que en estos momentos la Princesa de Asturias se ha convertido en un importante activo para la Corona de España. El secreto está en la forma de presentarse la Heredera como persona responsable que cumple con sus obligaciones. Quedó muy bien expresado en su discurso, «les pido que confíen en mí». Creo que es muy consciente de algo que su padre tenía perfectamente asimilado cuando llegó al trono en 2014: carece de licencia para cometer fallos. La marea de republicanismo de los partidos minoritarios (también se puede uno referir a ellos como «los aliados de Pedro Sánchez») no pasará de ser un ejercicio retórico mientras los Reyes y la Princesa cumplan intachablemente con su deber.
De la ceremonia hay que resaltar la larguísima ovación que tributaron los diputados y senadores de los tres principales partidos (PP, PSOE, Vox) a doña Leonor, y el desafortunado discurso de Francina Armengol, presidenta del Congreso de los Diputados. Me pareció excesivamente largo, pero eso es lo de menos. El texto careció del imprescindible sentido institucional. La monarquía estaba implícita en el discurso, pero resultaba muy difícil de pronunciar. Hizo una especie de balance de las cuatro décadas de democracia poniendo el acento en cuestiones que suele reseñar su partido y, pasando por alto aquello que encaja más en el ideario y la práctica de otros grupos. Se las ingenió para decir palabras en catalán, vasco y gallego, sin que estuviera en la Cámara ninguno de los impulsores de la Torre de Babel parlamentaria.
Supongo que el texto habrá estado inspirado por poderes por encima del suyo. Y eso es grave. La ceremonia, con los discursos del Rey y la Princesa, se convirtió en el acto de defensa de la Constitución más rotundo de los últimos tiempos.