La industria farmacéutica y los sindicatos de la Sanidad no ven con buenos ojos el acuerdo alcanzado por el Gobierno y las comunidades autónomas para rebajar el gasto sanitario. Se trata de una reacción lógica, ya que el ahorro de 1.500 millones de euros se hace retocando el sistema de precios de referencia de las medicinas y rebajando el precio de los medicamentos genéricos. Sobre los salarios no se ha llegado a ningún acuerdo expreso, pero la ministra, Trinidad Jiménez, y los consejeros autonómicos del sector se muestran dispuestos a congelar los incrementos salariales y a no incrementar las plantillas.
Por fin, los responsables políticos de la Sanidad pública española hacen algo para garantizar la sostenibilidad del sistema. Hasta ahora, las medidas tomadas en la gestión sanitaria tenían un denominador común: echar leña a la hoguera del gasto público. La desaparición del INSALUD, con la transferencia de competencias a las comunidades autónomas, hizo que las decisiones quedaran diseminadas por todo el mapa nacional, lo que sirvió para que nadie velara por la salud del sistema. Se llegó a organizar una Conferencia de Presidentes sobre la Sanidad, que sólo sirvió para que Zapatero alimentara la irresponsabilidad de las comunidades autónomas transfiriéndoles 5.000 millones de euros adicionales, sin pedir compensaciones.
La crisis económica obliga a cambiar de política, así que llegó el momento de gestionar los bienes con rigor, aunque eso disguste a los agentes del gasto: industria farmacéutica y personal sanitario. Queda como tarea pendiente hacer corresponsables a los clientes de la Sanidad pública, porque todo consumo gratuito deriva en excesos.
Los dos motores del gasto, personal y medicamentos, tienen como elemento común gozar de una situación de privilegio en el mercado, de ahí su alto coste. Hay pocos médicos y enfermeros para atender las demandas de la sociedad, por eso las retribuciones del personal crecieron en los últimos años muy por encima de las correspondientes a otros sectores. En cuanto a los medicamentos, se debe constatar que desde los laboratorios hasta las boticas presentan una estructura de oligopolio, por eso la factura farmacéutica es tan alta. Para hacer frente a esa realidad, la Sanidad pública debe negociar con una sola voz para detener la hemorragia del gasto.