>

Blogs

Juan Neira

LARGO DE CAFE

EL REGIONALISMO, AJENO AL PARLAMENTO

Cuando estamos a 14 meses de las elecciones autonómicas a los partidos regionalistas no se les espera en la Junta General del Principado. Del logro de un escaño por el PAS y la constitución de un grupo con tres diputados por la URAS han pasado, una década más tarde, a la condición de fuerzas extraparlamentarias. Entre la miscelánea de partidos asturianistas (URAS, PAS, BLOQUE, UNA, ANDECHA) apenas suman veinte concejales. Esa es toda su fuerza institucional, si dejamos a un lado las pequeñas plataformas de poder que tiene el Bloque gracias a la alianza electoral con IU: dos direcciones generales y un reciente escaño, fruto de la dimisión de Valledor.
Para justificar los magros resultados electorales los propios interesados echan mano de variados argumentos: el creciente poder del bipartidismo, la deserción de la burguesía asturiana, el espíritu funcionarial de las nuevas generaciones, el desprecio generalizado a la cultura asturiana y un largo etcétera de disculpas. Sin embargo, en paralelo a la ruina electoral del asturianismo existen partidos regionalistas triunfantes en otras comunidades, como Cantabria o Navarra, que comparten con nosotros la condición de autonomías uniprovinciales. En esas tierras, la población otorga a las fuerzas regionalistas la oportunidad de gestionar los intereses colectivos.
Como el asunto es complejo y es preciso sortear los meandros de un largo proceso, vamos a quedarnos con la razón inicial que separó a las fuerzas regionalistas de la sociedad asturiana: la elección de la llingua como eje del discurso político. En los años ochenta del siglo pasado, el modelo del nacionalismo moderado, vasco y catalán, ejerció su influencia en el asturianismo político, y de ahí el profundo error estratégico, que luego quisieron subsanar, cuando el electorado ya les había colgado la etiqueta. Ni la historia de los últimos dos siglos aconsejaba seguir el modelo de vascos y catalanes ni la realidad material de Asturias, beneficiosamente penetrada por la presencia del Estado, llamaba a articular un discurso sobre rasgos diferenciales. Los mismos que evitaron la apelación a la victoria de Covadonga para no caer en el “rancio covadonguismo”, ensayaron un discurso político basado en la histórica derrota de la “Diada”. A las puertas de nuestra casa, Miguel Ángel Revilla representa con acierto las aspiraciones de los cántabros sobre la base de pedir autopistas, trenes de alta velocidad y financiación compartida para sus hospitales.
Hubo una ocasión propicia para que el asturianismo concitara el respaldo de la sociedad: la fundación de la URAS, concurriendo a las elecciones autonómicas de 1999. El drama vivido por el Gobierno de Sergio Marqués, acosado y hundido por la dirección nacional de su partido, el PP, constituía la mejor trama para hacer nacer una fuerza regionalista moderada, desligada de la burocracia madrileña. En las urnas, la URAS obtuvo tres escaños, suficiente base para emprender un proyecto político brillante. La falta de capacidad de sus líderes redujo el capital de la URAS a la reparación de un agravio. En resumen: argumento para una sola legislatura.
A falta de regionalismo, en Asturias hay izquierda regional. No lo digo por el giro neonacionalista de IU, que hace guiños hacia ese caladero de votos, sino por la gran implantación de los sindicatos en toda la región. El discurso sindical excede los límites de las relaciones laborales y asume las reivindicaciones del territorio, bien sea toda la región o una comarca. El ejemplo más evidente es el SOMA que defiende las cuencas mineras con mayor eficacia que el más experimentado partido nacionalista o regionalista. El nexo entre los dos grandes sindicatos y las formaciones tradicionales de izquierda constituye un freno para la penetración de los nuevos partidos regionalistas.
Hay otras dos carencias que explican la falta de atracción de los partidos regionalistas sobre la sociedad asturiana. La escasa defensa del patrimonio histórico -tan mal gestionado por los gobiernos asturianos- que sólo se explica por el distanciamiento de las principales figuras del regionalismo político con la Iglesia. La otra carencia es la incapacidad para sintonizar con los intereses industriales, verdadero handicap para representar a los asturianos.
El signo más halagüeño para los regionalistas está en la crisis económica, que consume etapas aceleradamente, quemando rostros y siglas, abriendo nuevas oportunidades a los partidos extraparlamentarios.

Temas

por JUAN NEIRA

Sobre el autor


marzo 2010
MTWTFSS
1234567
891011121314
15161718192021
22232425262728
293031