El partido frente al Zaragoza hay que analizarlo en dos vertientes. Por un lado, lo que sucedió en el choque propiamente dicho. Por otra parte, no se puede perder de vista que estamos siendo reincidentes a la hora de asegurar la victoria cuando el resultado se nos pone favorable. Y esa reincidencia comienza a ser inquietante.
En cuanto al encuentro entre el Oviedo y el Zaragoza, de entrada, tengo para mí que el equipo maño atesora mucha calidad. Sin duda, estamos ante uno de los mejores conjuntos de la categoría. Por eso, no hay que quitar mérito a la primera parte que hizo el Oviedo, que jugó, hasta el empate, con ambición y sin complejos. Y, de haber tenido un poco más de aplomo cuando el resultado se nos puso tan favorable, estaríamos celebrando una victoria que valdría mucho más que tres puntos, teniendo en cuenta la categoría del rival.
Aarón nos demostró una vez más que, en cuanto a su efectividad en lanzamientos a balón parado, no tenemos motivos para añorar a Susaeta. Por su parte, Forlín dejó claro que puede ser uno de los fichajes que más puede aportar al Oviedo en esta temporada. Toché sabe reivindicarse en cada partido con su olfato de gol, fiel a sí mismo, un delantero clásico que tenemos la suerte de contar con él en nuestro once.
Por su parte, no tuvieron su día ni Saúl Bejón ni tampoco Ramón Folch. En cuanto al guardameta Juan Carlos, parece que le toca este año ser el centro de las polémicas. Si en el primer gol que encajó, el balón dio antes en un defensa del Oviedo, difícilmente se le puede reprochar nada. En cuanto al segundo tanto del Zaragoza a balón parado, fue un golazo y no una cantada por su parte. Por otro lado, en la segunda parte tuvo intervenciones afortunadas que nos libraron de la derrota. Lo dicho: le toca estar este año en el centro de las polémicas y no me parece justo.
Por último, vayamos a lo que es ya reincidente. Ocurrió aquí frente al Rayo, se repitió en Almería y, lo que fue más frustrante de todo, se puso de relieve muy tristemente frente al Albacete. También lo padecimos ayer: sólo nos cabe el consuelo de que teníamos enfrente a un gran equipo. En este asunto, podría aplicarse muy bien ese topicazo que dice que el fútbol es, ante todo, un estado de ánimo. Nos falta aplomo cuando nos ponemos por delante en el marcador, nos falta confianza, nos falta serenidad.
Cierto es que la temporada está empezando, cierto es que este equipo aún no explotó y que algunos de los jugadores lesionados nos pueden, sin duda, aportar mucho para un margen de mejora que deseamos y necesitamos. Cierto es que no cabe albergar dudas sobre la voluntad del entrenador de subsanar esto.
Con todo, sin incurrir en triunfalismos, hay que recordar que no se ha hecho el ridículo en ninguno de los partidos jugados hasta ahora y que el Oviedo no se mostró nunca entregado y sin rumbo.
Por eso, el optimismo sin aspavientos tiene sitio, se lo ha ganado, se lo están ganando.