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Luis Arias Argüelles-Meres

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Recuerdos de Oviedo: Verano del 77: Rumbo a san Claudio

«Si nunca habéis caminado a solas con vosotros mismos por un sendero de la montaña mientras el sol se levanta lentamente sobre los bosques de otro horizonte, no habéis hallado aún una escena apropiada para vuestro renacimiento como alma individual». (Nietzsche).

Segunda quincena de junio de 1977. Primera clase práctica para el examen de carné de conducir. Oviedo, calle Fruela. Últimas horas de la mañana. Arranqué aquel 133 blanco, bajo la atenta mirada del profesor de la autoescuela, un hombre afable, con mucho mundo y no menos paciencia. En contra de lo que había pensado, los nervios no me apoderaron. Y me estrené camino de san Claudio.

A mis veinte años, ya me daba cuenta de que el camino del occidente de Asturias era algo definitivo en mi vida: toda una vida entre Oviedo y Lanio, entre Lanio y Oviedo. A ello se sumaba el destino de mi primer trayecto conduciendo, aunque fuese, en este caso, por una carretera secundaria.

Era un día muy soleado. Por fortuna, el vehículo no sufrió trompicones a causa de mi total inexperiencia. Eso sí, sólo cambiaba de marcha cuando el profesor de la autoescuela me lo indicaba amablemente.

Llegamos a san Claudio desde la Argañosa y, sin embargo, regresamos por la carretera general, un trayecto que ya me conocía de memoria. Y, así, durante varios días, hasta que, siguiendo la ruta del occidente de Asturias, íbamos a una pista que tenía la autoescuela en Santa Marina de Piedramuelle. Cosas del destino, diría más de uno.

En la pista donde se hacía la rampa y el aparcamiento, me divertía mucho menos que conduciendo por carreteras, aquello eran pruebas de precisión, en las que había muy poco movimiento. Sin embargo, me gustaba el paisaje, aunque conocido, contemplado desde otra perspectiva.

Veinte años cumplidos desde hacía unos meses y tenía ante mí la muy grata perspectiva de contar con la libertad que supone conducir un coche, no depender de nadie para viajar, tampoco de horarios.

Y es que, en efecto, de libertades se trataba, aquellas que acabábamos de recuperar políticamente –al menos, eso se creía y hasta se pensaba–, y también la que da la conducción, muy relacionada con aquello que Cervantes dejó escrito en el sentido de que siempre era preferible el camino a la posada, o sea, ‘homo viator’.

Así pues, entre san Claudio y santa Marina de Piedramuelle, santoral masculino y femenino, localidades cercanas a Oviedo, localidades que estaban camino de Lanio.

Desconocía por completo entonces que, andando el tiempo, hasta que se puso en marcha la todavía inconclusa autovía del occidente, a lo largo de mucho años el trayecto entre Oviedo y Lanio en coche lo haría por la pequeña carretera que, pasando por san Claudio, alcanza la localidad de el Escamplero, y llega hasta Valduno, incorporándose desde allí a Vega de Anzo, para evitar, especialmente los domingos, aquellos doce kilómetros que siempre se hacían eternos a causa de las caravanas entre Trubia y Oviedo.

Cada día comprobaba uno de los rasgos distintivos de Oviedo, y es lo cerca que queda el campo, lo pronto que se abandona la ciudad para emplazarse en plena naturaleza. Y, por otra parte, no tardé en acostumbrarme a lo dificultoso de las curvas que había a la salida de san Claudio para salir a la 634, aquello tenía su encanto, conduciendo sin prisa y marcándome el reto de ceñirme lo más posible a la derecha para evitar un apuro en el caso de cruzarme con otro vehículo.

Debo confesar que terminé por tomarle cierto cariño a aquel 133 cuya línea era muy parecida a la del Seat 127, con la diferencia sustancial de que tenía el motor atrás. Tenía cierta magia el hecho de que, sabiendo conducir aquel coche, llegaría a ser factible hacerlo en cualquier otro, ello a pesar de que, en aquellos años, había modelos cuyas palancas de cambios eran muy distintas, empezando por la ubicación. Por ejemplo, los de la marca Citroen. Por ejemplo, aquellos otros que tenían la palanca de cambios pegada al volante.

Dulces momentos aquéllos. Vacaciones de verano que tenían la perspectiva de que muy pronto podría conducir ya. Disfrutaba, al mismo tiempo, de lo que suponía aquella rutina de las clases prácticas, siempre a última hora de la mañana, que terminaban muy poco antes de la hora de comer. Siempre un recorrido muy grato. Y a ello, como digo, había que sumarle que me esperaba el verano más libre de mi vida al poder conducir. El calor aún no apretaba, si bien, era toda una delicia disfrutar de las mañanas luminosas, así como del día a día en san Claudio y los sitios de paso en aquellas clases prácticas.

Por otra parte, las clases teóricas, que fueron muy pocas a las que asistí, tenían lugar por la tarde, eran, sobre todo, de diapositivas para interpretar las señales de tráfico. Se trataba de la parte más rutinaria.

Y, tras todo aquello, llegó el día señalado, el día del examen, que suponía un cambio considerable con todo lo anterior: las pruebas se hacían en la Corredoria, el examinador en el coche se mostraba, como poco, displicente. Pero, en fin, nada de aquello pudo borrar lo grato de aquellas jornadas vividas como un paso previo a gozar de mayor libertad.

Cada llegada a san Claudio la vivía con la acogida de aquella legendaria fábrica de loza que entonces conocía días de vino y rosas. Y, en los asientos traseros del coche, siempre había periódicos que esperaban ser leídos, que traían noticias que parecían también encaminadas al disfrute de la libertad.

Veinte años, aún no tenía la mayoría de edad, según la legislación de entonces. Pero sí podía conducir: eso sí, los fines del primer año de permiso de conducción sólo podía hacerlo por carreteras secundarias, que eran libres, mucho más libres.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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