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Luis Arias Argüelles-Meres

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SEMBLANZAS CARBAYONAS: ANTÓN MARTÍNEZ

El médico generoso

Sosiego, mesura y memoria le caracterizaron toda su vida

Tuvo una estancia memorable en la Residencia de Estudiantes

La tragedia familiar no cambió nunca su actitud positiva ante la vida

 

El abrigo gris, la seriedad en el rostro, la elegancia en sus gestos, la amabilidad sin fingimiento. Así recuerdo yo a Antón Martínez, que vivía en el mismo edificio que nosotros, en Toreno 5. Así lo recuerdo, cuando nos encontrábamos en el portal, cuando venía de visita a mi casa a conversar con mi padre, cuando nos cruzábamos yendo o viniendo por Toreno o Marqués de Pidal, cuando se acercó a la Cruz Roja a saludar a mi padre al día siguiente de haber sido intervenido por el doctor Riera, cuando muchos años después pude dedicarle mi primer libro, algo que fue para mí muy emotivo al pensar en lo mucho que le hubiese gustado a mi padre presenciar aquel momento.

Antón Martínez perteneció a aquel Oviedo ilustrado que conocía a fondo la historia y la intrahistoria de su ciudad pero que, al mismo tiempo, había sabido asomarse al mundo más allá de nuestros confines. Sentía pasión por los colores del Real Oviedo, compartía las inquietudes que lo hacían estar al tanto de las actividades culturales ovetenses, tenía una memoria prodigiosa en la que no solo atesoraba sus propias vivencias, sino también mucho de lo que había leído y le había sido transmitido oralmente.

No sabría decir en qué momento se inició la amistad entre mi padre y aquel doctor que había tenido una estancia memorable en la Residencia de Estudiantes mientras cursó Medicina. Se consolidó poco tiempo después de nuestra mudanza a la calle Toreno. Fue de aquel tipo de amistades en las que, desde el primer momento, se tiene la sensación de haberse comunicado mucho antes del comienzo real.

Entre Antón Martínez, nacido en 1908, y mi padre, de 1913, había cinco años de diferencia. Pertenecían a la misma generación, que vivió tiempos muy duros, que presenció sueños y pesadillas y que estuvo marcada por el sufrimiento de la guerra civil. Y, sin duda, era mucho lo que compartían.

A Antón Martínez le tocó sufrir una tremenda tragedia familiar pocos días antes del estallido de la guerra civil. El dolor que padeció tuvo que ser horrible. Sin embargo, semejante estrago no le agrió el carácter ni le impidió desplegar a lo largo de su vida generosidad con sus pacientes y amigos, así como una actitud positiva ante la existencia. Todo ello dice mucho en su favor.

Estamos hablando de un médico vocacional que siguió la estela paterna, de un ciudadano que en su etapa universitaria disfrutó de la mejor España, intelectualmente hablando, de un profesional de la medicina que contaba también con una sólida formación humanística. Y, a propósito de esto, puedo decir que esa formación no solo lo convertía en un excelente conversador, sino también en una persona que se volcaba a la hora de prestar su apoyo a amigos y a pacientes.

Nunca olvidaré las visitas que hizo a mi padre en los episodios más graves de su enfermedad. Hacía admirablemente de médico y de amigo, volcándose en esto último, encontrando el tema de conversación más adecuado para buscar una salida a las inquietudes del enfermo, dando paso a asuntos que pudiesen ser balsámicos.

En alguna ocasión, en los últimos años que viví con mis padres en Toreno 5, recuerdo haber visto a Antón Martínez en el portal de nuestra casa en compañía de un nieto suyo. Era una imagen muy tierna la del abuelo reverdeciendo seguramente muchos de sus recuerdos gracias la compañía de su nieto, en el que depositaba sus mejores ilusiones.

Antón Martínez fue un médico muy conocido en Oviedo. Por fortuna, tiene presencia en el callejero de nuestra capital. Mis recuerdos de Toreno 5 me conducen al personaje del que venimos hablando, que, insisto en ello, representa lo mejor de un Oviedo ilustrado y humanista, de una profesión médica comprometida con la sociedad, de un tiempo en el que nuestra ciudad contaba con personas de una categoría humana extraordinaria.

Son dos las imágenes más nítidas de Antón Martínez que mi memoria rescata al escribir estas líneas. Una de ellas, en su casa, en su biblioteca, cuando le dediqué mi primer libro. Me prestó un bolígrafo y tuvo unas palabras en recuerdo de mi padre que me conmovieron. La otra imagen es muy anterior en el tiempo, cuando lo saludé en el despacho de mi padre. Allí estaban conversando sobre la Residencia de Estudiantes.

Mi padre lo escuchaba con verdadera devoción, y yo nunca olvidaré el tono sosegado con el que hablaba aquel hombre. Sosiego, mesura y memoria, muy buena memoria.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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