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Luis Arias Argüelles-Meres

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Semblanzas carbayonas: Rafael Altamira

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Hay personajes que, más allá de los méritos atesorados, que, en el caso que nos ocupa son extraordinarios, representan determinados momentos históricos que remiten a un tiempo de esplendor que nos admira y asombra. Es el caso del alicantino Rafael Altamira, que se incorporó a la Universidad de Oviedo en el momento de mayor auge de nuestra Alma Máter, llegando a formar parte de aquel Claustro de profesores en el que figuraban, entre otros, Clarín, Adolfo Posada, Adolfo Álvarez Buylla, Fermín Canella, Aramburu, Sela, etc.

De hecho, se incorporó a nuestra Universidad en 1897 como catedrático de Historia del Derecho. En el curso siguiente, pronunció la lección inaugural que llevó por título “El patriotismo y la Universidad”. Aquella lección inaugural dio mucho que hablar no sólo por la erudición que en ella se mostró, sino también por el espíritu patriótico que había en ella, un espíritu patriótico que apostaba por sacar a nuestro país de la decadencia y del pesimismo.

Rafael Altamira es, por cronología, un personaje de la generación del 98. Por su formación y trayectoria, estuvo estrechamente vinculado a la Institución Libre de Enseñanza. Por su vocación y patriotismo, tiene mucho en común con el llamado regeneracionismo, sobre todo, con la figura de Joaquín Costa.

Desde luego, aquel Oviedo de nuestra Universidad no dormía la siesta. Del mismo modo que el Alma Máter se abrió a la sociedad con la Extensión Universitaria, sus claustrales más ilustres, empezando por Clarín y por el propio Altamira, se abrieron al mundo. El primero de ellos, como se sabe, lo hizo sin salir de Oviedo, incorporando y divulgando lo más puntero del pensamiento y de la literatura que entonces bullían en Europa. Y, por su lado, Altamira lo llevó a cabo como el máximo representante de nuestra Universidad en aquel viaje a América que organizó nuestra institución académica. Así celebró la Universidad de Oviedo su tercer centenario.

Aquel viaje se realizó entre junio de 1909 y marzo de 1910. Se impartieron cientos de conferencias, se firmaron muchos convenios de colaboración con varias universidades de América, se sentaron las bases para organizar congresos y publicaciones conjuntas.

La España que, según Silvela, se había quedado “sin pulso” tras el Desastre del 98, se abría al mundo, se abría a América y tal apertura se hacía desde Asturias, desde nuestra Universidad. Y el principal baluarte de tan admirable iniciativa fue Rafael Altamira.

Pero Rafael Altamira representa también el momento de mayor esplendor de un rincón de Asturias que no sólo atesora una belleza que cautiva, sino que además fue en su momento uno de los grandes referentes del progreso de nuestra tierra. Hablamos de San Esteban de Bocamar, de san Esteban de Pravia, del concejo de Muros. Allí se compró una casa que había pertenecido al Marqués de Muros. Y allí pasó muchos veranos el catedrático Altamira.

No sólo tuvo la oportunidad de ver las obras del puerto, sino que además, mostrando una envidiable sensibilidad ante el paisaje, escribió páginas de enorme belleza que dan cuenta del encanto de muchos de los rincones que recorría. Testigo de progresos y esplendores, que plasmó en sus escritos con un estilo más cercano al del siglo que lo vio nacer.

Esplendores de progreso industrial, paisajes que enamoraron a pintores de la categoría de Sorolla, que en su momento se dieron cita en la finca la Pumariega de Muros del Nalón, que, a principios del siglo XX, atrajeron a escritores como Rubén Darío, que fue visitado por Azorín, con Pérez de Ayala como guía.

Rafael Altamira, testigo de una Asturias que se abría al mundo desde nuestra Universidad, veraneante en San Esteban de Bocamar, referente literario no sólo de un paisaje que enamora, sino también de un momento histórico en el que Asturias estaba en la vanguardia del progreso industrial. Rafael Altamira, un referente de primer orden de los grandes esplendores asturianos.

Tras su paso por Oviedo, ciudad en la que se casó, la trayectoria de Altamira no hizo más que incrementar su prestigio, siempre fiel a los postulados de la Institución Libre de Enseñanza. Fue toda una autoridad en la historia del derecho y en la historia de España. Fue un jurista de prestigio internacional. Con el estallido de la guerra civil, se exilió en Europa, abandonaría nuestro continente para huir del avance de las tropas de Hitler. Se encaminó a Estados Unidos, pero, accidentalmente, fue a parar a Méjico, país en el que fijó su residencia hasta que le sobrevino la muerte, en el año en el que había sido propuesto para el Premio Nobel de la Paz.

Por último, para adentrarse en la visión de Altamira sobre la Asturias de su tiempo, es de obligada lectura su libro “Tierras y hombres de Asturias”, que se publicó en 2005.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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