En las jornadas previas al sorteo de la lotería del Niño, cuando las noticias recordaban que, al menos en el año anterior, el Premio mencionado no había hecho parada y fonda en Asturias, tuve el pálpito, imagino que, al igual que otras muchas personas de nuestra tierra, de que, esta vez que nos agraciase. Por fortuna, así fue.

Y, además, ese primer Premio tocó en una Administración de Lotería que se ubica en una de las calles para mí más entrañables de Oviedo, la que está dedicada a Jovellanos, la misma con la que arranca “La Pata de la Raposa”, la novela con la que Pérez de Ayala dedica sus primeras páginas a homenajear a Clarín. Es la hora de la siesta, es septiembre, es una atmósfera donde todo parece estar paralizado como en “La Regenta” de Alas.

Pues eso: en un tiempo en el que la pandemia lo protagoniza casi todo, la realidad nos da un respiro de optimismo en el momento mismo en el que pensamos que esos dineros ayudarán a combatir, aunque sea mínimamente, la maltrecha economía de la ciudad.

Un año que se terminó protagonizado por cifras de muertes y contagios, por cierres de empresas y por una crisis resultante de todo ello que, inevitablemente, no vino haciendo otra cosa que agudizarse, por mucho que desde las instituciones oficiales se intentase y se siga intentando paliar los daños.

Lo dicho: por fin, un golpe de suerte, una noticia que nos ha cambiado el ritual de gesticulación cuando leemos las noticias. Y, para el arriba firmante, todo esto tiene el valor añadido de la justicia poética que supone que el susodicho golpe de suerte haya tenido lugar en una de las vías públicas en las que la mejor narrativa y el ensayo más pionero están y son omnipresentes: nada menos que la cercanía al que fue lugar de residencia de Feijoo, nada menos que el nombre de Jovellanos, nada menos que Pérez de Ayala rindiendo culto literario a su maestro.