Empieza siendo una flor violácea que asoma tímida entre la nieve; o una primaverina cuyo amarillo destaca pálido sobre el gris metalizado del frío y del invierno. Apuntan a un nuevo año de vida, al vigor y a la savia contenida en las yemas de los cerezos, en los bulbos de los tulipanes o en los tubérculos ramificados.
Tenemos, amigos, la primavera y Les Comadres a la vuelta de la esquina. Y este año tengo la impresión de que además nos ha llegado la esperanza, tras largos años ya de crisis, de recortes sociales y de dolor. Seguimos escondidos en el amor del hogar, protegiéndonos de la tormenta, del nuberu y de los mercados; pero vamos comprobando la entrada de rayos de esperanza entreverados en el día a día de los grandes y pequeños avatares de nuestras vidas. Son hechos, datos, o palabras que apuntan en la misma dirección: la estación ‘esperanza’ que Manu Chao anunciaba hace tiempo por megafonía.
Intuyo la primavera en el hecho de que al arzobispo emérito y cardenal de estreno Fernando Sebastián le vayan a costar un cara a cara con la justicia sus palabras desmedidas sobre la homosexualidad, llenas de antigualla ideológica y de prejuicios pero vacía de comprensión. Me alegra mucho porque sigue habiendo mucho roucovarela agazapado por sacristías, tribunales y cátedras hablando como si la mundanal norma por la que hemos decidido regirnos no fuera con ellos; vierten opiniones que vulneran nuestro ordenamiento jurídico, pero no parece importarles escudándose en una ley que no es de este mundo y que parece garantizarles la impunidad para decir y hacer lo que les venga en gana. Por eso me alegra que por fin a los obispos se les haga saber que no pueden decir babayadas sin tener que dar explicaciones por ello a la sociedad. (El ‘Cásate y sé sumisa’ publicado por el arzobispado de Granada aun sigue desangrando la dignidad de las mujeres españolas y avergonzándonos a todos con su contenido). Y me alegra en ese sentido comprobar que la justicia quiera ser igual para todos, reyes, príncipes, infantas y consortes incluidos: quien la hace la paga.
Me reconforta también el aire primaveral que inspiraba el diálogo que hace unos días mantenían el ex-presidente de España, Felipe González, y el actual President de la Generalitat de Cataluña, Artur Más; a todos sorprendió el rotundo éxito de audiencia que tuvo el programa, demostrando que a los españoles nos interesan los asuntos de Estado, los asuntos que nos afectan a todos, por encima de credos, culturas y colores. La espectacular audiencia no es casualidad, creo, sino prueba palpable de que nos interesan los argumentos y las ideas pero no las vísceras, ni los desnudos, ni los insultos, ni los gritos. Se ha comprobado que cuando quien habla dice algo de interés los ciudadanos escuchamos con la madurez, la sensatez y la empatía que caracterizan al ser humano.
Me gustaría que cundiera el ejemplo; me gustaría comprobar que el acuerdo, el diálogo y las obligaciones libremente pactadas en nuestra sociedad vuelven al centro del espacio público español que abastecen y ocupan la televisión y demás medios de comunicación. Estoy convencido de que la gran política está volviendo al escenario central de nuestra sociedad y con ella florecerán y fructificarán nuevas ideas y nuevos acuerdos que nos permitirán a los españoles seguir viviendo años de desarrollo y creatividad, como los vividos en estos 35 años al amparo de la Constitución de 1978 y que tanto nos enorgullecen a la inmensa mayoría.
También en las riberas del Nora aflora tenue la esperanza primaveral. El equipo de Gobierno de Siero rectifica. Archiva su proyecto de invertir mucho dinero público en crear un bulevar y semi-peatonalizar una calle, vital para el movimiento de vehículos en la ciudad, y al mismo tiempo con otro proyecto pretenda meter los coches en bulevares costosamente peatonalizados hace tiempo para mejorar el aspecto ciudadano de Lugones. La contradicción y el despilfarro provocaron la indignación ciudadana y tras ocho manifestaciones parece que ha imperado la cordura entre nuestros munícipes. Uno de los proyectos ya ha sido archivado; ahora solo queda que el alcalde y sus concejales rectifiquen el otro proyecto y al menos supriman, por ridículas, las pocas plazas de aparcamiento de pago que mantienen en los márgenes peatonalizados de las Avenidas de Oviedo y Gijón. Sigan creando ciudad para las personas, no vuelvan a entronizar a las máquinas: devuelvan el color esperanza a esta primavera que nos llega.